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“Libertad es la bronca”

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A unos 3 kilómetros ya de la Penitenciaría Regional de Encarnación, Miguel sabía perfectamente que el camino conducía a un cauce hídrico y, lo más probable era que los reclusos terminarían con su vida antes de tomar un transbordo. Como él manejaba su propio auto y lo conocía, advirtiendo que no resistiría aprovechó las condiciones del trayecto para estrellarse contra una roca.

Uno de los soldados del PCC tomó el teléfono de Miguel y se comunicó con Radio Encarnación pidiendo una camioneta y, por primera vez en la historia del Paraguay, la participación de la prensa nacional para garantizar el cumplimiento de las condiciones exigidas. “Tenemos al jefe de Seguridad de la penitenciaría y un C4 colocado en el penal. Si a nosotros nos pasa algo la penitenciaría explota, ¿entendés?”, le dijo un secuestrador al locutor de la radio.

“¿Qué están buscando? ¿Qué quieren?”, consultó el periodista a uno de los miembros. “Libertad es la bronca… ¿entendés pa papá?”, remarcó con ímpetu el fugado. Mientras esta conversación se desarrollaba, la Policía Nacional y la prensa ya se hacían presentes para luego de tres horas de negociaciones culminar la situación sin mayores imprevistos y Miguel a salvo, con una historia en manos que contar.

El sábado, nuevos disturbios se registraron en un recién inaugurado pabellón de seguridad al que fueron trasladados los integrantes del PCC, en Itapúa. Son 92 personas que ya están empezando a generar inconvenientes a las fuerzas públicas como “piedra en el zapato”. Según fuentes, esa penitenciaría contaría con capacidad para unos 424 reclusos pero, actualmente se encuentran unos 1.239 encarcelados.

ANTECEDENTES

Como si no fuera suficiente e insostenible el crecimiento de los grupos guerrilleros u organizaciones criminales paraguayas, se le suma a estos el crimen organizado brasileño. Primero el Comando Vermelho, ya desde los 90 manejaba las rutas paraguayas para el tráfico de drogas y otros ilícitos; ahora –con más fuerza- el Primer Comando Capital.

En 1992, en Carandiru (São Paulo), la sangre, la muerte y el hacinamiento marcaron el inicio de uno de los grupos criminales más grandes de Brasil.
Luego de una rebelión el 2 de octubre de ese año, la Policía Militar brasileña intervino la Penitenciaría de Carandiru donde 111 presos terminaron muertos, mientras ningún oficial salía herido. Este sombrío escenario fue la llama que encendió al PCC, como grupo defensor de los criminales.

A los siete años de formación, las siglas del PCC ya resonaban en los pasillos de varias cárceles, y luego de enfrentamientos y altercados con otros grupos criminales por la supremacía, cerca del 2003 ya el 90% de los penales paulistas tenían el sello PCC. No faltaba ya mucho para llegar a Paraguay.

“Dios los cría y ellos se juntan” reza la frase que tristemente alude a una realidad tétrica. En el 2000, gracias a la tecnología este grupo envió embajadores a Colombia, Bolivia y Paraguay, donde iniciaron con las drogas y luego se ampliaron a las armas. Ya desde el 2007 los vínculos se vieron muy fortalecidos y nuestro país se convirtió en una ruta principal de la droga y por supuesto, de la producción de marihuana.

Según datos de medios de Comunicación y el Ministerio de Justicia, hoy serían unos 400 los miembros del PCC, distribuidos en todas las cárceles del Paraguay. Lo verdaderamente preocupante no es el número, sino las condiciones favorables de corrupción, impunidad, institucionalidad endeble y un sinfín de ilicitudes estructurales que hacen al territorio paraguayo una tierra fértil para criminales.

424 Reclusos es la capacidad del penal de Itapúa, ctualmente se encuentran unos 1.239 personas.

 

400 Sumarían los miembros del PCC distribuidos en cárceles de Paraguay.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.
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