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La masacre de Napalpí

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Por Cristian Nielsen

Todavía no han podido ponerse de acuerdo historiadores, políticos y periodistas sobre el nombre que le cabe al episodio que un día como hoy, 19 de julio, pero del año 1924, tiñó de sangre las áridas tierras del Chaco argentino.

Unos dicen que fue una matanza, el Gobierno de entonces hablaba de batida y los más rigurosos y severos prefieren hablar de genocidio, ya que los ataques a las etnias precolombinas eran muy comunes en aquellos días.

Estas prácticas aberrantes y repulsivas no fueron raras en el Paraguay. Una de las ultimas ocurrió en noviembre de 1987, cuando miembros de la nación pai tavyterá de Concepción fueron muertos a tiros a manos de un ganadero. “Las víctimas -señala una crónica del diario El País de España- fueron cuatro hombres, tres mujeres -una de ellas embarazada, que además fue descuartizada- y tres niños”. El horror en su máxima expresión.

Pero hoy nos ocuparemos en relatar lo que ocurrió cerca de aquí, en el Chaco argentino, hace hoy exactamente 96 años.

SIERVOS Y SEÑORES
En esos días, los originarios eran utilizados –no empleados ni contratados- para cosechar algodón, en condiciones de auténtica esclavitud, sin techo, elementos de higiene ni comida decente. A comienzos de julio de ese año, una insurrección comenzó a gestarse entre los quom, moqoit y vilela que integraban la comunidad. La causa no sólo era el trato de galeotes que recibían sino que además se les prohibía ir a Jujuy para la temporada de caña dulce.

La protesta empezó a diseminarse en otras “reducciones” en las que eran confinadas etnias como la pilagá y la wichi. Una Comisión Honoraria de Reducciones Indígenas había hecho un relevamiento de estos espantosos asentamientos humanos y rendido un informe dulcificado.

Luciana Mignoli y Marcelo Musante, en un artículo titulado “Los cuervos no volaron una semana. La masacre de Napalpí en clave de genocidio” describen la esclavitud de los nativos, algo muy parecido al régimen que reinaba en los obrajes madereros o yerbateros del Paraguay de antaño: “El sistema de deudas es central para comprender cómo funcionaban las reducciones. Se iniciaba cuando las familias ingresaban a la reducción y se les entregaba una serie de víveres y bienes: esta ‘entrega’ era el inicio de una deuda que nunca podría ser saldada. Se generaba, de ese modo, una dependencia en una relación de poder asimétrica de control social y económico”. Eso, y la imposibilidad de buscar otros horizontes, desataron el infierno.

¿BATIDA? NO, MATANZA
La primera acepción que la Academia otorga a la palabra “batida” es: “en la montería, acción de batir el monte para levantar la caza”. Sin rubor alguno, el diario La Nación de Buenos Aires tituló el 20 de julio de 1924: “Los indios de la reducción de Napalpí fueron batidos por la policía montada”. Batidos, como si fueran animales.

Los colonos y arrendatarios dueños de aserraderos y algodonales habían pedido al Gobierno de Buenos Aires que les enviaran tropas para defenderse de (sic) “indígenas revoltosos que en número de quinientos, perfectamente armados y equipados, asaltan, saquean y asesinan a indefensos pobladores”.

La respuesta fue brutal, homicida. Por la mañana, un avión militar sobrevoló Napalpí ametrallando el lugar. Luego llegó la caballería. El diario chaqueño “El Heraldo del Norte” –que se publicaba en Corrientes porque en Chaco había una férrea censura de prensa- hace el siguiente relato: “Como a las nueve los soldados desmontaron e hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios –más mujeres y niños que hombres– atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad”.

Una pobladora sobreviviente de la masacre relataría años más tarde: “Murieron todas nuestras abuelas. Iban cayendo las ancianas que estaban cantando. Los cuervos no volaron una semana porque estaban comiendo de los cuerpos”.

Frente a este escenario dantesco, La Nación de Buenos Aires completaba su relato lamentando “la falta de energía de la policía, o la inexperiencia táctica militar, por cuya causa la mayoría de los indios lograron dispersarse por la colonia algodonera más rica de Sáenz Peña, sembrando la alarma entre los colonos”.

CUIDADO CON LO QUE HACEN
En 2008, Juan Chico y Mario Fernández –de la etnia quom- , publicaron el primer texto indígena sobre la masacre. La historia comienza con el hallazgo de fosas comunes, lo que impulsó a ambos a profundizar la búsqueda de la verdad sobre un episodio enterrado en el olvido. Pero las voces de ancianos se hicieron oír enseguida. “Ustedes son muy jóvenes y deben tener mucho cuidado, porque no saben en lo que se están metiendo. Puede ser peligroso”.

Aún hoy, los quom y sus primos los moqoit y vilela, viven en condiciones subhumanas, desplazados por una sociedad que los segrega y abandona a su suerte. Hasta bien entrado el siglo XX se seguía hablando de “reducciones”, como si los jesuitas estuvieran aún allí.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.