No hay milagro: sólo trabajo, organización y tecnología.
En el Paraguay sigue siendo difícil conseguir datos sobre disponibilidad, adjudicación y titulación de tierras a cargo del Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT). La función SIRT (Sistema de Información de Recursos de la Tierra) en su sitio oficial está desactivada y es un calvario actualizar cifras.
Los números disponibles indican que las tierras para uso estrictamente agrícola en la región Oriental alcanzan las 5.000.000 de hectáreas. De esa cantidad, 2.138.000 están en poder al menos nominalmente- de asentamientos campesinos, 2.372.000 son utilizadas por la agricultura mecanizada mas otras 385.000 bajo agricultura mecanizada en fincas de menos de 20 hectáreas, estas ultimas, en formato de cooperativas de producción.
Estudios no oficiales indican que los asentamientos campesinos originales han ido evolucionando de la agricultura de subsistencia y autoconsumo hacia un formato de agronegocio incorporándose a cadenas de valor que se caracterizan por su asociación en comités de productores, uso de biotecnología, buenas prácticas agropecuarias y mercado asegurado, como es el caso del complejo de la soja. La campaña 20-21 arrojó un total de casi 900.000 hectáreas en fincas de menos de 20 hectáreas, incorporadas a esta modalidad de trabajo, algo así como el 42% de la tierra en poder de asentamientos campesinos.
Este panorama se ha obtenido gracias a la iniciativa de campesinos organizados con la cooperación de los gremios de la producción, los desarrolladores de biotecnología, obtentores de semillas y el MAG que ha puesto a disposición técnicos especializados a través del servicio de extensión agrícola. Esto prueba que las app (alianzas público privadas) funcionan cuando todo el complejo se inserta en el mercado y responde a demandas reales y específicas. En esta cadena de valor jamás se ha escuchado a los productores demandar al Estado que fije un precio mínimo de acopio de lo que producen -la soja o el maíz por ejemplo- tal como se estilaba en la cadena del algodón (hoy muerta) y de la caña de azúcar, que sobrevive a duras penas. Es la dinámica del mercado la que dicta las reglas de comercialización. Eso ha permitido que este año, 43.000 pequeños productores generen un volumen de negocios de US$ 1.000 millones sólo en soja.
Reglas claras, libre mercado, buenas prácticas y organización están obrando el “milagro”.
