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Los amos del viento

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Por Cristian Nielsen

 

Debe haber sido fantástico vivir esos días en que “los intrépidos en sus máquinas voladoras” (título de la película del inglés Ken Annakin) interrumpían la quietud de la atmósfera con sus piruetas desafiando las leyes de la física, sobre todo, de la gravedad.

América del Sur fue pródiga en dar a luz a los más atrevidos e innovadores ases del aire tripulando aparatos que se parecían más a enormes pandorgas  que auténticos aviones.

Es difícil creer que el Deperdussin que hizo célebre a Silvio Pettirossi pudiera sostenerse un minuto en el aire sin precipitarse a tierra. O que el franco-peruano Jorge Chavez pudiera atravesar ileso los Alpes a bordo de su monoplano Bleriot. Tampoco ofrecía mucha sensación de seguridad el Morane-Saulnier que el argentino Jorge Newbery tripulaba el día de su muerte. Y ni qué decir del 14-Bis, el avión creado por el brasileño Alberto Santos Dumont, que voló por primera vez el 23 de octubre de 1906.

Fueron auténticos dueños del viento. Tres murieron en su ley, cayendo con sus aparatos. El cuarto puso fin a su vida al comprobar que su invento también podía matar.

VOLARE… – Silvio Pettirossi nació en Asunción en 1887, hijo del italiano Antimo Pettirossi y Rufina Pereira. Al cumplir 25, el entonces flamante gobierno de Eduardo Schaerer decidió becarlo a estudiar aviación en Francia. Seis meses después recibía la licencia 1128 de piloto del Aeroclub de París. 

Pettirossi eligió el Deperdussin T, un monoplano de 280 kilos con un motor de 50 HP y una velocidad máxima de 90 kilómetros por hora. Con ese aparato hizo su primer “looping the loop” (bucle sobre bucle) con 32 vueltas ininterrumpidas.  1914 fue un año frenético para Pettirossi. Llegó a Buenos Aires en abril, asombrando a una gran audiencia con sus “despegues en 30 metros, loopings, toneles, vuelos invertidos, tirabuzones, caídas de cola, todo realizado entre 30 y 300 metros de altura” (Portal Fuerza Aérea Paraguaya).

Pero al parecer, el chico maravilla no estaba muy apurado por retornar al Paraguay. Un mes después de llegar Argentina, Pettirossi demostró sus habilidades ante el presidente brasileño Hermes da Fonseca, volando luego a Uruguay en donde tendría seis jornadas de acrobacias ante un público fascinado. De allí viajó a Chile, con idéntico propósito. 

Finalmente, cuando 1914 se iba y el mundo se hundía en la locura de la Primera Guerra Mundial, Pettirossi desembarcó en Paraguay para asombrar a sus compatriotas y casarse  con Sara Usher Conde, uruguaya.

Finalmente en 17 de octubre de 1916, el pionero encuentra la muerte al estrellarse con su Deperdussin “T” en Punta Lara, Provincia de Buenos Aires, cuando a su avión se le cortó un tensor alar, causa de la tragedia.

ALPES ASESINOS – Jorge Chavez era hijo de padres peruanos que emigraron a Francia durante la guerra del Pacífico (1879-1884). Estudió ingeniería pero la aviación era su pasión, en sintonía con la era de los pioneros. En 1910 obtuvo su licencia de piloto aviador, participando de competencias aéreas en las que rompió varios records, entre ellos, de altura. 

Ese mismo año se decide por el monoplano Bleriot para emprender una aventura que le costaría la vida: cruzar los Alpes. El móvil no era del todo desinteresado, ya que había un premio de US$ 10.000 (unos 250.000 de hoy) instituido por un aeroclub italiano. Chavez partió de la ciudad suiza de Ried-Brig y 51 minutos después se cernía sobre un descampado de la italiana  Domodossola. Cuando iba a aterrizar, un viento cruzado destruyó las alas del avión. El peruano cayó a tierra muriendo horas después de una penosa agonía. Había dicho al partir:  “Pase lo que pase, me encontrarán al otro lado de los Alpes”. 

Cumplió su palabra.

GENIOS CONTEMPORÁNEOS – El argentino Jorge Newbery y el brasileño Santos Dumont tuvieron vidas intensas y llenas de desafíos.

Newbery era, a la vez, aviador, deportista,  ingeniero y hombre de ciencia, destacándose en todo. Fue alumno de Thomas Alva Edison en electricidad, autor de una monografía sobre la “municipalización de los servicios de alumbrado” que le valdría un lugar en la Sociedad Científica Argentina y fundador la aeronáutica militar. En 1914, Newbery superó el récord mundial de altura alcanzando 6.225 metros en un monoplano Morane-Saulnier, el mismo en el que se precipitaría a tierra, un mes después, en un vuelo previo al cruce de los Andes. Su muerte lo hizo imposible.

Contemporáneo del argentino, Alberto Santos Dumont puso en alto el nombre del Brasil como pionero de la aviación, inventor e ingeniero diseñador del avión con el cual, el 23 de octubre de 1906, voló cerca de 60 metros a una altura de tres metros del suelo en el campo de Bagatelle en París. Brasil reclama para su hijo el título del primer hombre en despegar a bordo de un avión impulsado por motor y realizar un vuelo controlado. A diferencia de los hermanos  Wright, que lo hicieron subrepticiamente en 1903 en el desértico arenal de Kitti Hawk, Carolina del Norte, Dumont voló ante especialistas en aviación, periodistas  y una multitud de parisinos, siendo considerado por la comunidad científica y aeronáutica como el padre de la aviación. 

En 1932, durante el golpe militar que tumbó al gobierno de Getulio Vargas, Dumont sintió volar aviones de guerra que iban a bombardear el Campo de Marte, en Sao Paulo. Entonces comprobó que su invento podía matar y destruir. No lo soportó y puso fin a su vida, a los 50 años.

Cuatro amos del viento, un dios vengativo que, de diversas formas, les cobró un alto diezmo. 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.