La comparación posteada por Benjamín Fernández sobre el dengue es una abierta interpelación no sólo a quienes nos gobiernan sino a todos nosotros. Formosa, nada más cruzando el río, registra apenas 146 casos de dengue. En Asunción, más o menos del tamaño del municipio formoseño, ya se llevan contabilizados más de 26.000 casos con decenas de fatalidades. Por lo tanto, la pregunta es pertinente: ¿Qué estamos haciendo mal? Un rápido tour por la capital y sus alrededores podría proporcionar una pista. Salta a la vista la pésima calidad de los servicios municipales o su completa falta. Calles destrozadas, llenas de agujeros y zanjas en donde el agua se acumula por meses. Baldíos abandonados y cubiertos de malezas que son el escenario propicio para una de las prácticas paraguayas más arraigadas: tirar allí la basura domiciliaria en lugar de pagar un recolector que la recoja y le dé el destino correcto. Otra “costumbre que no tiene nada que se parezca a otra nación” (como cantaba Luis Alberto del Paraná) es aguardar algún chubasco o temporal, salir al raudal y vaciar allí los tachos de basura. Evidencia clara de otros dos atrasos seculares: falta de desagües pluviales y falta de educación higiénica.
Otro capítulo literalmente negro en la historia de la sanidad ambiental en el Paraguay es la casi absoluta falta de redes cloacales con plantas de tratamiento. Asunción se lleva el primer puesto en este desagradable palmarés. Ni el 20% de la ciudad tiene cloacas, y eso que se trata de la capital de un país. Una vergüenza que se huele en cualquier cruce de calles.
La trifecta epidemiológica dengue-zikachikunguña es una típica combinación de mala calidad de gestión ambiental e inexistente educación masiva en salud pública preventiva. A muchas personas les cuesta entender que un mosquito puede matarlas. Y no basta con colgar cartelitos con una cruz colorada sobre un mosquito. Las autoridades sanitarias nacionales y municipales –las departamentales son una entelequia- deben ser proactivas, salir a informar y caer con multas severas a quienes violen normas ambientales de prevención y de higiene.
De una vez por todas, tirar la basura en cualquier parte y mantener criaderos de mosquitos tiene que costar caro al bolsillo, debe doler. Tal vez eso conteste la pregunta del título.
