Mientras 4.000 escuelas siguen cayéndose a pedazos
Deberán disculparnos los lectores si tropiezan a continuación con una superabundancia estadística. Pero es imposible hablar con propiedad del deterioro de la infraestructura escolar sin dar números, sobre todo porque en los próximos días de enero veremos de nuevo, en diarios y televisión, las acostumbradas crónicas sobre escuelas ruinosas, etc. Así que, allá vamos.
El sistema escolar paraguayo cuenta con 9.728 instituciones en todos sus ciclos. De ellas, 8.463 (87%) son de gestión pública y 1.265 (13%) de gestión privada. Entre estas últimas, 608 reciben algún tipo de subvención estatal.
Para complicar el abordaje, digamos que 5.991 (61%) de esos establecimientos son rurales, con mayor o menor grado de accesibilidad vial y de disponibilidad de servicios básicos como agua, luz, servicios sanitarios e internet. Si poner en condiciones una escuela del Estado es complicado en áreas urbanas, imaginemos cómo lo será en sitios del interior profundo.
En febrero pasado, el Gobierno informó haber puesto en condiciones 1.543 locales escolares que presentaban fallas estructurales, rajaduras, techos carcomidos por la termita, mobiliario desvencijado y falta de agua y servicios sanitarios. Pero si aceptamos el dictamen de la Organización de Trabajadores de la Educación (OTEP), el 60% de las escuelas padecen algún tipo de deterioro físico o de ausencia de servicios básicos. Si eso es correcto y descontando lo hecho, al MEC le quedan todavía unos 4.000 centros educativos a los que someter a diversos tipos de reparaciones. ¿Tendrá tiempo, entre enero y febrero, para poner en condiciones semejante cantidad de edificios?
La tarea que no se hizo por décadas, ya sea por desidia, abandono o priorización de gastos para la política de baja estofa, se le ha complicado al MEC por culpa del COVID19. Ninguna escuela puede carecer hoy de agua potable, servicios sanitarios y asientos suficientes para guardar la distancia requerida. Ni privarse de una provisión permanente de mascarillas, alcohol en gel, jabón y lavatorios para usarlos al entrar a clase. Antes se podía dar clases, mal que mal, en una escuela desvencijada y sin servicios básicos. Hoy eso sería criminal.
¿Asumirá el MEC esta realidad o sus responsables seguirán cazando mariposas y paveando con informes fantasiosos? ¿O será que para el MEC “lo esencial es invisible a los ojos”, como dice el autor de El Principito?
