No podemos entenderlo porque se dirige a los políticos, sí, como hacemos todos en cualquier espacio público, ya sea una barra de bar o una red social. Pero no les habla directamente a ellos, sino a los millones de adolescentes que por todo el mundo han organizado su propio movimiento. Por poner el ejemplo más contundente y desafortunado que se me ocurre: Martin Luther King no le hablaba a los blancos, aunque se dirigiese a ellos para pedir un mañana mejor para los suyos.
El mayor superpoder de Greta es que ha sido capaz de conectar con todo un planeta joven, herido e ignorado, que se va comer todas las consecuencias de unas generaciones que han vivido “como si no hubiera un mañana», como denuncia ella misma. «Pero el problema es que hay un mañana”. Y su forma de hacerlo ha sido la más directa posible: un Asperger que no la hace ni mejor ni más determinada ni más concienciada activista que la cantidad de jóvenes brillantes que he visto arropándola en esta Cumbre por el Clima. Solo diferente. Es la figura icónica que aglutina un hastío y un lógico temor al futuro. Y se le da muy bien transmitir ideas potentes en poquísimas palabras.
También, para los que se preocupen de su vigencia, en esta COP25 ha tenido gestos de largo recorrido: aprovechar su fama para ceder la voz a la gente que normalmente no tendría ni un triste párrafo y tratar de reforzar ciertas partes de su mensaje, como ha hecho hoy en su discurso. Pero lo que mejor resume una de las razones por las que Greta Thunberg ha sido nombrada Personaje del Año por la revista Time ha sido el gesto de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. En torno a ese discurso de la activista sueca en la Cumbre del Clima, la ministra sacó su móvil para hacerse un selfi con Thunberg. El mismo día que la ONU anunciaba que Ribera será la facilitadora de un acuerdo que consiga que esta COP25 no se quede en agua de borrajas. Llevo días, especialmente en esta Cumbre en la que he tenido un par de ocasiones de escuchar en vivo su discurso, preguntándome las razones de tanto odio, tanta reacción visceral, y tanta pérdida de papeles. He leído a supuestas mentes preclaras de las izquierdas conservadoras acusándola de ser una creación teledirigida de las industrias contaminantes (cuando Greta Thunberg se pasó semanas ella sola sentada delante de Parlamento sueco con su pancarta de Skolstrejk för klimatet), según publica Vanity Fair.