Con 380 millones de habitantes y economías que suman US$3,6 billones anualmente, estas tres naciones generalmente marcan la pauta. Y no es que los factores causantes de las protestas en los países afectados (Chile, Colombia, Bolivia y Ecuador) no estén presentes en los tres grandes.
Estos países también se enfrentan a tensiones por los subsidios, crecimiento estancado, pensiones insuficientes y falta de oportunidades, y las autoridades allí han expresado su preocupación por el contagio. América Latina sigue siendo la región más desigual y de menor crecimiento del mundo de entre las principales. Por ello, cabe preguntarse: ¿se dirige la revuelta de los votantes a estos gigantes regionales?
Indignación en las urnas
Una respuesta es que ya ha hecho una visita. En los tres países, las elecciones del año pasado prometieron un cambio radical. Los votantes de México, Brasil y Argentina han expresado su indignación en las urnas y están esperando los resultados. Si no los hay, también podrían llevar sus quejas a las calles en 2020. “Estos tipos dicen que creceremos un 4% y que no será tan desigual como antes”, dijo Shannon O’Neil, académica del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, en referencia a los líderes recién elegidos. “¿Podrá lograrlo alguno de los tres? La respuesta más sencilla es no y tendremos que ver por cuánto tiempo se les da el beneficio de la duda”. Los mercados financieros argentinos ya están en crisis. El peso se encuentra en mínimos históricos y el Gobierno está a punto de incumplir el pago de la deuda de nuevo por lo que un conflicto social futuro podría afectar más a Brasil y México, desencadenando una ola de venta de activos como la que ya se ha visto en gran parte de la región.
Lo que resulta significativo respecto a los levantamientos de los ciudadanos es lo variadas que han sido las ideologías que los impulsaron. Bolivia fue un refugio izquierdista durante 14 años y las protestas comenzaron en gran medida desde la derecha. En Chile, la economía de más éxito y favorable a los mercados de la región de la última generación, las multitudes enojadas han venido de la izquierda. El denominador común ha sido la sensación de que el statu quo es una fuente de traición. Esto se aplica igualmente a los tres grandes. En Brasil, gobiernos de izquierda dirigieron el país durante más de diez años. Después, en enero, Jair Bolsonaro, un político de extrema derecha que hizo campaña con promesas de combatir la delincuencia y la corrupción y con el respaldo de economistas de libre mercado, asumió el cargo.