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Los maestros del agua

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Por Cristian Nielsen

El frustrado acueducto del Chaco paraguayo nos ha dado tema para ir a buscar información sobre quiénes manejaron con mayor maestría el agua en la antigüedad. Encontramos algunas perlas que nos ilustran sobre cómo, miles de años atrás, algunas civilizaciones crearon obras portentosas para captar, transportar, tratar y distribuir el agua potable.

La más emblemática, Roma, era un villorrio encaramado en la colina Palatina habitado por los latinos, pastores y agricultores. Su vecindad con los sabinos que comerciaban con sal y con los etruscos especializados en manufacturas, derivó en la aparición de una gran ciudad que comenzó a crecer, a poblar las orillas del Tiber y, en consecuencia, a poluir su cauce de tal forma que hacia el siglo II antes de Cristo se vio obligada a buscar agua pura en las serranías cercanas. Para ello tuvieron que desarrollar técnicas de hidráulica y de ingeniería de estructuras que derivaron en esa maravilla llamada acueducto.

ROMA AQUA MASTER

Doce acueductos entregaban a la ciudad un millón de metros cúbicos de agua potable al día para surtir una población de 980.000 habitantes. La capital imperial tenía once grandes termas, 900 baños públicos, por lo menos 1.400 fuentes ornamentales y un sinnúmero de piscinas privadas. La red comprendía 508 kilómetros de acueductos, 434 de los cuales eran túneles, 15 consistían en ductos de superficie y 59 kilómetros estaban sostenidos por secciones de arcos tales como el puente-acueducto Gard en Francia y el impactante acueducto de Segovia en España. Estos dos últimos están intactos y podrían seguir funcionando si no fuera porque las modernas técnicas de tratamiento y bombeo los han sustituido.

El primero de los acueductos que abasteció la ciudad, el Aqua Marcia, tenía 91 kilómetros y fue construido por orden del pretor Quintus Marcius Rex en cuatro años, entre 144 y 140 antes de Cristo. Su estructura era tan sólida que sólo salió de servicio cuando las invasiones bárbaras llegaron a su cenit en el siglo IV después de Cristo. Los invasores buscaban someter a la urbe destruyendo sus acueductos. Aún así, grandes secciones del Aqua Marcia quedaron intactas, tanto que en 1.586, por orden del papa Sixto V, se construyó un nuevo acueducto, el Aqua Felice, aprovechando tramos de una obra realizada 1.600 años antes.

Sin duda, los romanos fueron los grandes maestros del agua.

INGENIERIA EN EL TAHUANTINSUYO

“A lo largo de este camino hay un muro muy grande y ancho, por cuya parte superior corren caños de agua, laboriosamente traída de algún río y entubada con la previsión y el cuidado que usaron en la construcción de sus canales de riego”.

Esto fue escrito en el siglo XVI por Pedro Cieza de León, un explorador e historiador español, quien hizo este descubrimiento al salir de la ciudad de Cuzco, la capital imperial inca, para dirigirse hacia Piquillacta, una urbe preincaica que floreció entre los siglos VII y IX de la era cristiana.

En su época de esplendor, esta ciudad llegó a tener 10.000 habitantes. Sus viviendas estaban construidas en piedra, con revestimiento interior de yeso decorado con pinturas multicolores.

La ciudad era abastecida por un sistema de acueductos. Aparte de edificios públicos, ceremoniales y plazas, Piquillacta disponía de unas 500 colcas, depósitos para almacenar alimentos y bienes provenientes de cada una de los cuatro suyu -provincias del imperio inca- que luego se redistribuían entre todos los habitantes del Tahuantinsuyo. Este sistema garantizaba la supervivencia del Imperio y de su gente en años de malas cosechas.

Los incas utilizaban además sus acueductos a cielo abierto para regar sus cultivos mediante redes de acequias. El agua se templaba al sol durante el día, regaba los camellones y durante la noche se evaporaba lentamente creando una cortina de humedad que moderaba las bajas temperaturas cordilleranas.

Como los romanos, los incas fueron también grandes maestros del agua.

CHINOS, CAMPEONES MUNDIALES

Pero tenemos que remontarnos al mismísimo corazón de la China milenaria si queremos encontrar el acueducto más antiguo del mundo que sigue funcionando en la actualidad. Se trata de todo un sistema de irrigación con cabecera en Dujiangyan, capital provincial de Sichuan, un gigante geográfico de 485.000 kilómetros cuadrados y 80 millones de habitantes. Fue construido en el año 256 a.C. con un doble propósito: evitar las inundaciones provocadas por el Río Min e irrigar la planicie de Chengdu, un extenso territorio de más de 7.000 kilómetros cuadrados, los suelos más fértiles de China dedicados intensamente a la agricultura. El sistema funciona sin interrupción desde su creación hace más de 2.000 años y se ha ido modernizando hasta la actualidad.

POBRE PANORAMA LOCAL

Estas historias indican que el manejo del agua ha sido y sigue siendo vital para cualquier civilización.

En el Paraguay, hace un cuarto de siglo tratamos de poner en funcionamiento un acueducto para llevar agua al Chaco central. Sus caños reventaron pocos meses después de entrar en servicio. Es imposible no sentir una enorme vergüenza ante tamaña incapacidad de gestión.

Y no hay necesidad de irse a China o a Roma para ver cómo se hacen las cosas. Solo basta con dar una vueltecita por la provincia del Chaco, Argentina, en donde funciona desde hace 40 años una red de más de 1.300 kilómetros de acueductos con 30 plantas potabilizadoras que abastecen 63 núcleos urbanos.

Ellos pudieron. Nosotros no.

 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.