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Dichos y aforismos del “ancien régime”

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Por Cristian Nielsen

Desde aquello de la “democracia sin comunismo” hasta “la civilización occidental y cristiana”, el estronismo fue pródigo en frases, proverbios, aforismos y toda clase de definiciones que fueron jalonando una época en que hasta los más flagrantes atentados contra los derechos civiles y la libertad se enmascaraban con alguna ocurrencia retórica.

El entorno áulico de Stroessner contaba con talento suficiente a su servicio como para generar todo tipo de giros idiomáticos para definir situaciones específicas. Por ejemplo, el dictador sentía un fuerte apego hacia su colega de grado, el general Juan Perón, caudillo populista argentino que generó el movimiento que hasta hoy tiene al trote a nuestros vecinos del sur. Perón era directo y brutal cuando había que poner los puntos sobre las íes. Su movimiento Justicialista cultivó con esmero y perseverancia las marchas, las concentraciones y las manifestaciones con las que le decían al país quien estaba al mando.

El lema de Perón, en ese menester, era que una doctrina no se milita desde un escritorio sino desde el fragor de la calle. “Con los dirigentes a la cabeza… o con la cabeza de los dirigentes”. Y cuando alguien se apartaba de la doctrina, el lema era: “A los amigos todo, a los enemigos ni justicia”.

Los amanuenses ilustrados de Stroessner le adaptaron una versión más “civilizada” para ese bárbaro aforismo, que quedó así: “A los amigos todo, a los enemigos palos y a los indiferentes, la ley”.

MEJOR NO DECIRLO

En las discusiones del Senado, Ezequiel González Alsina, abogado, escritor y periodista, sobresalía como uno de los más prolíficos libretistas del régimen. A él pertenece la frase “de la ley, por la ley y hacia la ley”, aunque algunos afirman que la sentencia sería de autoría de Luis María Argaña, otro abogado y dirigente político a quien Stroessner le encargó en los últimos años de su Gobierno la Corte Suprema de Justicia. Argaña comandaba la tropa de diputados.

A ambos, González Alsina y Argaña, correspondía justificar los proyectos más siniestros, como la ley 209 “de defensa de la paz pública y la libertad de las personas” que sirvió para mantener en la cárcel a cualquiera que pensara diferente. Uno de sus artículos castigaba con hasta cinco años de prisión a quienes “por cualquier medio predicara públicamente el odio entre paraguayos o la destrucción de las clases sociales”, gran bolsa dentro de la cual cabían todos, políticos, periodistas, escritores, artistas, etc.

Y como si no bastara con este garrote, estaba la ley 294 “de defensa de la democracia” bajo cuyo imperio se podía encarcelar a quienes, embanderados bajo la roja insignia del “comunismo ateo, apátrida y materialista”, se propusiera “destruir por la violencia el régimen democrático republicano de la Nación”.

Había que tener ingenio para defender estas aberraciones. Cuando alguien osaba preguntarle a cualquier hombre del estronismo si no temían cometer arbitrariedades con semejantes leyes, la salida retórica era: “Preferimos diez inocentes presos que un solo comunista libre”.

VOCES DEL TERROR

Diaria y obligatoriamente, las radios del Paraguay, oficiales y privadas, debían difundir dos cadenas nacionales: La red paraguaya de radiodifusión, un tedioso compendio de noticias oficiales. La otra cadena era “La voz del coloradismo” que tenía como lema luchar “contra la prédica subversiva que busca la división de la familia paraguaya”. 

Este espacio era pródigo en insultos contra políticos de la oposición y comunicadores que no se doblegaban ante el látigo oficial. En cada sesión, sus locutores vociferaban contra el “checo esperpento”, el “barbudo tenebroso”, el “pasquín de la calle Yegros”, el “partido que sesiona en un tranvía” y ocurrencias por el estilo.

El régimen combatía con denuedo toda manifestación de disenso y opiniones libres. Tras ser clausurada, Radio Ñandutí organizaba paneles en su auditorio. Entonces, la policía acordonaba el lugar e impedía el acceso al público aunque no a los oradores. “El panel puede realizarse -aclaraba el comisario que dirigía el operativo cancel- pero el público no está autorizado a entrar”. Sin público y fuera del aire, el debate se convertía en una simple charla de café.

El rectorado de la Universidad Católica solía ser sede de encendidos debates a los que asistían los políticos opositores más combativos. A estas sesiones, el ministro del Interior les reservaba un “moderador” muy especial: Ramón Aquino, quien daba por terminada cada reunión con unos cuantos robustos mocetones armados de alambre trenzado invadiendo el recinto y haciendo tabla rasa de la inviolabilidad de los recintos universitarios. Cuando algún exaltado gritaba que aquello era un atropello a la constitución, no faltaba el que, émulo de las “fieras de Investigaciones”, salía al paso blandiendo un garrote y diciendo “acá está la Constitución”.

EL ”CUATRIMONIO”

Ya camino al derrumbe, el régimen guardaba sin embargo todas las formas y la liturgia habituales. La aparición del movimiento tradicionalista significó un duro golpe para la “unidad granítica” que Stroessner y sus panegiristas martilleaban públicamente. Aunque el partido Colorado era definido como una “asociación de hombres libres”, cada vez que el “único líder” asistía a alguna sesión en el “patio de los colorados”, una compañía de PMs tomaba por asalto el recinto. Entonces, una escena muy impresionante se desarrollaba en el auditorio en el que se ubicaba la crema y nata de la militancia.  A lo largo del pasillo central, una doble fila de PMs con fusiles automáticos montaba guardia, pero no de honor para el ilustre visitante sino mirando hacia los circunspectos concurrentes… sólo por las dudas.

En la mesa cabecera, Stroessner era flanqueado por el presidente y los tres vicepresidentes del partido que habían constituido el “cuatrinomio de oro, de fe y de esperanza” y que el inefable “don Mario” citaba, con su particular empleo del idioma, como el “cuatrimonio”, definición que tal vez le hubiera correspondido con mayor mérito ya que a aquella fórmula, más que el amor, los unía el espanto… de ver como inexorablemente los días del estronismo se iban diluyendo.  

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.
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