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La valentía del cobarde y la necesidad de elevar la calidad del debate

Hace unos días, indignadísima, una amiga me mandó por whatsapp la captura de pantalla de un tweet. Un texto cargados de rabia y coraje donde una persona embestía, como toro iracundo, palabras contra otra. Un tweet sin razonamiento alguno. 280 caracteres donde de manera soez y grosera hacía el intento de ordenar un argumento desestructurado, de expresar su sentir cargado de juicio, pero carente de raciocinio.

Es ese cinismo de quien cree tener la altura moral para atacar, el intelecto como para refutar una idea o la capacidad de discutir sin ser insolente. Es el descaro de quien apunta y arremete contra todo lo que ve en su camino, diciendo una sarta de barbaridades sin sentido, fingiendo demencia de las miles de faltas que ha cometido, y que son de público conocimiento (de este personaje en particular, valga la aclaración). Aplaudido evidentemente, por quienes fomentan el debate sin criterio ni educación. 

La velocidad con la que vivimos y el contenido que consumimos, son abrumantes. La ligereza de los comentarios y la imprudencia de nuestras reacciones, son las de un soldado conectado a una mátrix. Siempre detrás de una pantalla. Porque cuando toca un enfrentamiento directo y real, en vivo, en persona y a todo color, la capacidad de reacción se esfuma percatándote que esa osadía, esa agalla que tanto uno presumía en 280 caracteres, nunca existió realmente. Escondidos, en la sombra, detrás de la computadora, los valientes abundan.

Marzo nos dio una paliza como la de Will Smith a Chris Rock hace unos días. Este mes nos dejó atontados, tomando impulso para sobrevivir. Como esa bocanada de aire cuando estás en el mar y las olas intensas no te dejan regresar a la orilla. Sabes que no te vas a morir, pero el cansancio de los brazos ya no te permiten nadar y por unos segundos, te dejas llevar por la corriente. Discutiendo con desconocidos en redes sociales, peleando o defendiendo posturas propias, creyendo que son las únicas. Buscando validación o viralización. Una turba de expertos con filosos dedos, decididos a escribir y dar cátedra sobre el tema del momento. El cual probablemente, 48 horas después, será reemplazado por otro. 

Y aunque hoy escribo con la bilis, consciente que este mes ha sido muy difícil de digerir. Porque la realidad nos abrumó y las noticias nos agobiaron un montón. Debo reconocer a esos amigos y extraños con quienes debatir es un placer, discutir un deleite y tener disparidad de opinión una oportunidad de conocer otro punto de vista. Osados cobardes sin argumentos siempre los habrá, pero valientes que piensen diferente a uno, sin duda, son más necesarios para abrir mentes y cerrar bocas.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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