Por Benjamín Fernández Bogado
“Tiempos de navegación procelosa, con un capitán tímido, retraído y con muchas muestras de falta de carácter”, es lo que podríamos describir si el Paraguay fuera el argumento de una novela y nos estuviéramos refiriendo al gobierno de Abdo. Terriblemente disminuido en estos tiempos de pandemia, ya mostraba serios problemas al inicio. Esto se agravó con la firma del acta del 24 de mayo por la cuestión de Itaipú con el Brasil, donde tuvo que dar marcha atrás y por poco termina acabando con su presidencia. Fue salvado por el gobierno brasileño, que detuvo el mismo día en que los artistas impulsaban su horca política: la detención de Darío Messer, el hermano del alma de Cartes.
Pasaron varios meses y volvió de nuevo el protagonismo de Cartes a buscar humillar de forma reiterada a un bastante debilitado Abdo, y ahora a sus propios colaboradores, los más cercanos, siempre de tendencias muy cartistas. Los senadores Ovelar y Vaqueta ya son directamente claros y terminantes. No puede seguir gobernando sin la ayuda de Cartes. Por lo tanto, debe entregarse por completo y de manera elocuente a él. Esto va a tener un costo también muy grande dentro de su propio movimiento, para empezar, pero mucho más en la población paraguaya.
La percepción clara es que Abdo llega a la presidencia sobre la base de su contestación a la prolongación y a la ambición desmesurada de Cartes de violar la Constitución y buscar una nueva reelección. Ese fue el mandato que recibió de la sociedad paraguaya, donde votaron no sólo colorados, sino también no colorados, y a eso es lo que él debe honrar como compromiso. Ese es el mandato que él debe oír y el que debe cumplir como primer mandatario, que significa el primero que obedece. En guaraní, es una expresión todavía más clara “Rembi Jokuai”, aquel al que atamos a un mandato determinado.
Si Cartes determina subsumir a Abdo, estaremos entrando en una situación de conflictividad y de ingobernabilidad, de impredecibles consecuencias. Las otras opciones son un fuerte golpe de timón, un cambio de ministros, una completa reorientación del Gobierno y algunos incluso hablan de un gobierno de salvación nacional integrado por otros partidos políticos con representación parlamentaria que le permita llegar al final de su mandato, para lo cual quedan todavía unos tres largos años.
