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La urgente batalla cultural de la “derecha”

Si la miseria del mal se vence con la fertilidad del bien, la única forma de abatir a la mentira es con la verdad, aunque se requiera de más tiempo para que pueda dar a luz, nacer y brillar.

Si se acepta el relativismo, en cambio, si la ciudadanía se arrodilla ante el principio de que “todas las opiniones pueden ser verdaderas y los diferentes modelos sociales susceptibles del mismo grado de tolerancia y respeto”, es imposible que los valores que tradicionalmente ha defendido la derecha tengan la más mínima posibilidad de triunfar. Porque la mentira, la manipulación y la ficción propios del relato de izquierda es siempre más fácil de aceptar y digerir en el corto plazo. Pero el buenismo del comunismo y el socialismo radical, que se predica desde algunos partidos políticos y organismos multilaterales, poco tiene de bueno. Los abrumadores hechos no engañan. No es una exageración, no se trata de una pantalla de humo, de una alerta desproporcionada.

Por el contrario, es una realidad posible e incluso probable: el fin de la sociedad tal y como la hemos conocido basada en los valores naturales de la familia. Si la derecha claudica ante los ataques a la familia, la libertad y los derechos individuales, especialmente el de la propiedad privada, la dignidad del ser humano podrá ser violada sin límites.

Estamos a tiempo de revertir la situación y de evitar repetir el camino transitado por una Europa deprimida, en crisis y en caída libre, a punto de derrumbarse, precisamente como consecuencia de haber comprado el relato de izquierdas, una ideología perversa y sin escrúpulos, que ha practicado sin piedad y con alevosía la eutanasia a los principios fundacionales cristianos de todo un continente. Es la hora de dar testimonio de la verdad sin caer en la tentación de seguir la misma estrategia de los maestros de la mentira: el engaño, la confusión, el fraude, la trampa y la manipulación. El camino solo puede ser el de la verdad, defendida en las familias, en la política, en los medios de comunicación, en la cultura y, sobre todo, en la educación, donde el socialismo suele penetrar con la misma táctica: conseguir que los niños y jóvenes se olviden o se avergüencen de su historia, de su pasado, de sus raíces. Sin memoria, la manipulación es mucho más asequible. Por eso, necesitamos construir un faro de cordura, progreso y esperanza para todo el continente. Sin complejos: con la verdad.

Pablo Álamo Hernández
Pablo Álamo Hernández
PhD en Economía y Empresa. Profesor internacional de la Universidad Sergio Arboleda y de la Univeridad de Columbia del Paraguay

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