La entidad que sindicaliza a autores y compositores postergó la elección de nuevas autoridades a raíz de las medidas sanitarias que regulan las reuniones públicas, pateando hacia adelante, sine die, el “acto electoral”. Una de las ultimas “votaciones masivas”, en 2017, arrojó 447 votos válidos. O sea, un poquito más de una mesa en una elección general. Hacerlo por Smartphone, con una aplicación apropiada, no hubiera sido tan difícil… si hay ganas de dejar el siglo 18 y entrar al 21.
El episodio de APA sería insignificante si no fuera porque ilustra claramente lo que nos espera en materia de técnicas electorales en la era digital pos COVID-19. Nos costó una barbaridad, en 2003, usar las urnas electrónicas (el 46% voto así) para luego arrumbarlas en un depósito, volver a la papeleta y plantear todo tipo de objeciones hacia cualquier nueva propuesta de voto digital.
El año pasado, la polémica arrancó ni bien se dispuso el arriendo de urnas electrónicas. Ni la licitación lanzada por el TSJE logró inspirar confianza. Mucho menos las máquinas a ser incorporadas. De inmediato, legiones de expertos en informática se dividieron en batallones y regimientos, unos avalando la confiabilidad de los equipos y otros negándosela. Así estábamos cuando la pandemia hizo sonar la campana de recreo y las elecciones fueron postergadas para el año que viene.
Como en muchas otras cosas, a los paraguayos nos resulta difícil caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Por ahora nos concentramos en transitar la pandemia en sus diversos grados de aislamiento y hastío. Dejaremos para más tarde resolver el tema del voto electrónico, que será más o menos para cuando las internas entren en su paroxismo y haya que alistar el herramental electoral a paso de carga.
Haremos lo de siempre, improvisar o, mejor aún, volver a la santa papeleta y la birome. Mejor ver, tocar y oler que imaginar lo que hay en el desconcertante interior de una caja llena pantallitas. APA nos mostró el camino a través de cultores entusiastas del statu quo. Son, además, seguidores consecuentes del modelo de reconducción tácita, figura que políticos astutos rescataron un día del derecho administrativo para meterla de cabeza en la política sinuosa y gatopardista.
Mucho camino por delante. Y ni siquiera dimos el primer paso.