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El paso de los años y su valor

Existen momentos de la vida que no se destacan por ser los más cómodos por la necesidad de aprender maniobras, nombres, lugares y espacios que nos darán una mejor calidad de vida para poder seguir el viaje del existir sin drama. Ese tiempo del final de la vida requiere mucho de empatía, de amor y por sobre todo de comprensión.

Esos momentos iniciales como  la niñez, o cuando empezamos y vivimos la vejez que para algunos es el final de todo se parecen en mucho. Más no hay que arribar o continuar la vida pensando que el final está a la vuelta de la esquina  porque la muerte además de ser algo natural, es repentina, fugaz y rápida cómo el pestañeo. Y puede acontecer  por problemas de salud, accidentes o cualquiera sea la razón del deceso. El ser humano trabaja siempre para vivir su hoy y poder extender bien esa vida a un futuro prolongado pero los momentos en el camino son duros.

Difícil comprensión

Paraguay  es un país de jóvenes donde los viejos son minoría diferente a lo que acontece en Europa. Hay muchas personas que se encuentran viviendo o van haciéndose camino a ese tiempo que requiere de extrema atención y cuidado por la persona de edad para evitar equivocaciones, errores y accidentes que pueden costar su salud y hasta su vida.

 

Uno  el tiempo va cambiando por cómo nos vemos, sentimos y pensamos sobre lo fue, es y será en un viaje que no pedimos, sino que es el resultado de condiciones y lo que haya conspirado para que estemos aquí. Un mundo que debe estar acondicionado para hacer que la vida de todos sea la mejor siempre, para los nietos, sobrinos, padres, tíos y abuelos. Los niños  representan nuestro mañana hoy y las personas de tercera edad  nuestra proyección porque fueron, son y serán todavía.

Entender la realidad

No solo por la herencia o lo que pueden dejar de elementos materiales sino por el ejemplo de vida y lo que han aprendido de la auténtica universidad que vale mucho más que cualquier título; la experiencia en el vivir que al hacerlo bien con constancia lograríamos alcanzar el honroso título de ser sexagenarios, septuagenarios u octogenarios.

Números que no deben ni merecen ser tratados con indiferencia o descortesía sino todo lo contrario, con ubicuidad, obediencia y atención, no solo por notar a una persona moviéndose con andador, bastón o silla de ruedas sino por lo que representan esos gestos en la vida de cada uno.   Ellos pueden aportar sólidas y útiles ideas que pueden servir a  generaciones  por venir. 

El adulto mayor requiere atención, cuidado, comprensión y amor siempre porque con suerte llegaremos a lo mismo que ellos.-

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