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Una década y dos años después

El 27 de noviembre del 2011 fue un domingo cuando volvía de un paseo turístico a Ybycuí para conocer  el sitio denominado La  Rosada. Dicho lugar fue uno que se utilizó para fundir hierro destinado a la construcción de armas durante la guerra de la Triple Alianza. Una guerra genocida en la que aproximadamente un 85% de la población nuestra falleció Una cifra importante de la población de nuestro país que tuvo que reinventarse y volver a nacer cómo fue el accidente vehicular que sufrí en Ybycuí y en el que fallecieron dos personas entre ellas mi novia.

La ex cuerpo de paz Emily Balog y el señor Francisco Javier Moreno, que son dos cicatrices que llevo en mi alma además de las lesiones que sufrí en mis rodillas y el politraumatismo craneoencefálico que hasta hoy me acompañan con sus secuelas cómo el dolor y varias consecuencias que trae consigo tener una lesión en la cabeza.

Desde mi tiempo en la terapia intensiva me preguntaba acostado porqué y para qué me tocó a mí esta experiencia de no poder moverme o pensar bien desde aquel triste domingo hasta este lunes 27 de noviembre, fecha en la que mi familia, el mejor y más auténtico grupo de amigos que tengo la bautiza cómo mi segundo cumpleaños. 

Solo puedo agradecer desde aquel periodista de abc color de apellido Lezcano, hoy intendente de Acahay  que avisa a mi familia del accidente, a los bomberos del CBVP y la policía nacional que en su tarea de rescate hicieron lo imposible para sacarme con vida de aquella caja retorcida de metales donde casi muero desangrado.

Más aquí estoy ya lejos de aquella fecha lamentable solo para agradecer a todos los que dieron de sí para que me encuentre sano y salvo desde los primeros minutos del accidente hasta llegar a entrar y salir de la UTI (unidad de terapia intensiva). 

Ahí  estuve en el coma inducido por 42 días medicandome y acompañado por mi familia que me ayudaba e insistían para que recuerde e hile y conecte ideas para lograr usar mi boca y cuerdas vocales para emitir los sonidos de palabras que me permitan comunicar ideas que se encontraban en su propio coma por no tener un canal para transmitir lo que existía en mi cabeza lesionada. 

Un largo via crucis

Los terapeutas insisten en que no vuelva atrás para evitar las molestas convulsiones, más esta fecha y ocasión sirven para comunicarles para que vivan con atención y cuidado para prevenir inconvenientes desagradables en su vida.

Mi madre, la buena y profesional conductora de vehículos me repitió desde el momento en que se identifico mi capacidad de escuchar y responder mensajes que al conducir de vehículos no solo debía cuidarme de mi forma de manejar sino del resto de personas que me rodeen y el estado de nuestras rutas que desafortunadamente siguen en mal estado y que causó el accidente.

Este tiempo fue uno oportuno en mi vida, me enseñó la importancia de tomarse el tiempo para pensar el mensaje que comunicaría o la acción que tomaría ante algo específico. A entender el valor trascendente en nuestras vidas de los detalles y pequeñas cosas y gestos que debemos cuidar en las relaciones humanas, que aunque sean consideradas chicas, significan mucho siempre. Desde cómo nos dirigimos a alguien y si recordamos una fecha importante para quién esté con nosotros y forme parte de nuestro círculo social.

El mismo que nos hace sentir vivos  para recuperarnos de  situaciones cómo la que experimenté hace doce años.

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