Es un clásico en la gestión política no “enterrar recursos”, sobre todo cuando se está en campaña electoral o, en general, cuando una administración tiene que mostrar resultados a la vista directa de la ciudadanía. Un viaducto, una autopista, un puente, un intercambiador de tráfico o unos buenos kilómetros de calles y avenidas pavimentadas y bien señalizadas, rinden buen material fotográfico, permiten la confección de coquetos videos promocionales o “de gestión” y, sobre todo, están en contacto directo con el ciudadano usuario. En cambio, por más que se instalen kilómetros de cañerías y túneles de desagüe cloacal y pluvial y se construyan cámaras subterráneas para el tratamiento de aguas negras antes de verterlas -por otros conductos también bajo tierra- al río Paraguay, no lucen para la foto ni son apreciados directamente por el votante. Los ejemplos se reproducen periodo tras periodo de Gobierno.
De la planta de tratamiento de efluentes cloacales del Bañado Norte se viene hablando desde hace más de diez años, pero apenas se ha iniciado. Es una obra a cargo del Ministerio de Obras Públicas y que, al menos en los papeles de adjudicación, debería costar US$ 17 millones. Pero mientras el viaducto del Botánico, las rutas, los puentes y demás obras de superficie encaradas por el Gobierno avanzan a ritmo acelerado, la planta cloacal –oh, histórica coincidencia- se ha trancado por falta, dicen, de fiscalizadores y porque la última inundación retrasó las obras. Podrían probar sacándole algunos fiscalizadores a las obras “estrella” para ponerlos a trabajar en la planta cloacal. Y en cuanto a lo de la inundación, desde Juan de Salazar y Espinosa hacia acá se sabe cuándo, a qué ritmo y hasta dónde crece el río Paraguay. Los últimos 70 años de registros hidrométricos son tan precisos y detallados que no hay modo de errar en las previsiones.
La importancia que un Estado le da a la salud pública está medida, entre otros indicadores, por el avance de las obras de saneamiento ambiental. El último informe oficial indica que apenas el 11% de los desagües cloacales tienen tratamiento antes de desembocar en el río y apenas el 33% de la población cuenta con alcantarillado sanitario. Cifras medioevales, vergonzosas y que denotan el desprecio que Gobierno tras Gobierno han demostrado hacia este sector clave de infraestructura sanitaria.