Bloomberg encendió una lamparita sobre el Paraguay e invita a ver un panorama más alentador. Quien quiere ver, que vea.
Con el 100% de energía eléctrica generada por fuentes limpias y renovables, el 40% de su territorio cubierto por bosques nativos y el 95% de su producción agropecuaria fundada en la siembra directa (sin laboreo), Paraguay no logra desmantelar la imagen de país deforestador a la que insisten en asociarnos los implacables movimientos ambientalistas de Europa. Pero bastó que la agencia Bloomberg, líder mundial en información financiera, citara al Paraguay como el país más verde del mundo, para que las cosas suenen de otra manera. Aún así, no hay que abrigar esperanzas de que el mundo nos vea de otra manera o que, por lo menos, el tan traído y llevado tema de los créditos de carbono sea una realidad palpable y cotizable en bolsa.
Los tres puntos citados al inicio son tan irrebatibles que deberían bastar para inclinar la balanza a la hora de negociar cualquier cosa que exija compromiso ambiental como prerrequisito para llegar a acuerdos de la naturaleza que fuesen.
Comenzaremos por el tercero, la siembra directa, metodología de producción agrícola de la que Paraguay es, con Argentina, líder mundial. Aquí, la tierra cultivable no se ara desde hace más de 30 años. La siembra se hace sobre rastrojo, lo que queda de un cultivo después de la cosecha. Los productores combinan esta técnica con la implantación de abonos verdes, especies que no cumplen una función productiva directa sino que están destinadas a reponer nutrientes en el suelo. El lema de los agroproductores paraguayos es: Si vamos a producir comida para el mundo, primero alimentemos el suelo. Es una nueva cultura que reemplaza la anterior de explotar la tierra hasta agotar su capacidad de regeneración, como ocurría tres décadas atrás.
El segundo punto, Paraguay como uno de los países con mayor superficie forestal relativa del mundo (Informe FAO 2022), derriba el mito de deforestador que se insiste en achacarnos. Es cierto que en el pasado hemos cometido gruesos errores, provenientes de un estatuto agrario obsoleto que consideraba los bosques como tierra improductiva. Hoy las cosas han cambiado y las leyes mandan otra cosa. El uso productivo de la tierra con cubierta forestal está sometido a reglas muy claras que, aunque su observancia no sea perfecta, pone el marco para ajustar todo lo que sea necesario entre la letra de la ley y la práctica diaria.
Bloomberg encendió una lamparita sobre el Paraguay e invita a ver un panorama más alentador que el que nos llega desde los sagrados recintos del ambientalismo extremo europeo.
Quien quiere ver, que vea.
