En nuestra edición de ayer hablábamos de las amenazas que se ciernen, cada vez con mayor insistencia, sobre la libertad de prensa. Pero hay otras libertades, tal vez no tan glamorosas como la de pensamiento, que también sufren embates crecientes y de una virulencia pocas veces vista. El movimiento veganista marcha a la cabeza en esa vena agresiva.
El veganista se abstiene de usar productos y servicios que provengan de origen animal, ya sean alimentos, vestimenta, medicamentos, cosméticos, transporte, experimentación, ayuda en el trabajo o entretenimiento. Sus militantes, prácticamente, se alimentan de raíces, frutos y algunos granos salvo el trigo, si padecen celiaquía. Contradicen más de tres millones de años de evolución de la especie humana, omnívora desde sus primeros pasos sobre la tierra.
No está mal ser vegano aunque sería interesante saber cómo alimentan a sus recién nacidos cuando los senos maternos desbordan de leche que la sabiduría de la Naturaleza ha estado preparando para alimentarlo, darle anticuerpos y establecer el indestructible vínculo madre-hijo.
¿Qué le da una madre vegana a su bebé, licuado de zanahorias, jugo de soja? Pero bien, allá ellos.
Lo malo es cuando los militantes exaltados se ponen necios y empiezan sus campañas de evangelización atropellando carnicerías, apostrofando a criadores de ganado y protagonizando escenas ridículas como la invasión del ruedo de la Sociedad Rural Argentina, una entidad de derecho privado allanada por una horda de delirantes.
Toda posición extrema es contraproducente. Imaginemos que el veganismo, decreto fascista de por medio, se volviera obligatorio. Seríamos 7.000 millones de seres humanos privados de carne bovina, pollo, cerdo, ovejas, cabras y pescado, chacineríaa, huevos, miel de abeja y todos los derivados lácteos, condenados a comer sólo de vegetales. No alcanzaría toda la tierra cultivable para cubrir una demanda multiplicada por millones de toneladas. ¿Eso no lo pensaron, verdad? Típico de los extremistas que gritan primero y piensan después… si es que lo hacen. Al parecer al vegano, esta última condición le está prohibida.
Toda la doctrina nutricionista aconseja las dietas balanceadas, combinando toda la variedad de fuentes proteicas, vitamínicas y de carbohidratos.
Todo en su debida cantidad y armoniosamente… y todo papel mojado para el veganismo extremo.