domingo, junio 15

Japón-Paraguay: amistad sincera, realidades muy distintas

Foto: Presidencia

El presidente  de la República, Santiago Peña, visitó el pabellón “Ikigai Paraguay” en la Expo Osaka 2025 en Japón, buscando mostrar una imagen optimista del país y atraer inversiones extranjeras. Sin embargo, detrás de los discursos de hermandad, valores compartidos y estabilidad macroeconómica, existe una realidad nacional mucho más compleja y menos idealizada.

“Hoy es un día especial para celebrar la relación con Japón”, expresó el mandatario destacando una amistad construida en más de un siglo. Pero más allá del simbolismo, Paraguay continúa dependiendo fuertemente de la cooperación externa, como la que brinda la JICA desde hace más de 60 años, para suplir deficiencias en áreas básicas como infraestructura, salud, educación y tecnología.

Aunque se habló de valores como el trabajo, la lealtad y la resiliencia, lo cierto es que en Paraguay muchas de estas virtudes se ven frustradas por un sistema que no ofrece las condiciones mínimas para que la mayoría prospere. La corrupción estructural, la falta de oportunidades reales, y una desigualdad persistente, siguen siendo las principales barreras para transformar ese “Ikigai” en una realidad tangible para el ciudadano común.

El presidente celebró que Paraguay tiene “la inflación más baja” y una economía “estable”, pero omitió mencionar que gran parte de la población aún trabaja en la informalidad, que los salarios son bajos, y que el desarrollo económico no se traduce en mejoras significativas para todos. Las inversiones prometidas siguen sin llegar al campo, a las comunidades indígenas, o a los barrios populares.

A pesar de que se asegura que Paraguay es una democracia joven y vigorosa, la práctica política está marcada por el clientelismo, la impunidad y la cooptación de instituciones. Las mismas élites siguen manejando el país desde hace décadas, mientras que la mayoría apenas sobrevive.

El mandatario también elogió la historia compartida de sufrimiento con Japón, pero en Paraguay ese sufrimiento sigue muy vigente: hospitales colapsados, escuelas precarias, servicios públicos ineficientes. No se trata solo de recuerdos de guerras pasadas, sino de un presente de exclusión y abandono estatal.

Se resaltó la baja tasa de pobreza actual (20%), comparada con el 60% del 2002, pero no se profundizó en la calidad de vida de ese 80% restante: ¿cuántos acceden realmente a salud de calidad, educación moderna o empleo digno?

En cuanto a la comunidad nikkei y a los paraguayos en Japón, es cierto que representan bien al país. Pero también son parte de una migración forzada por la falta de oportunidades en su propia tierra. Son embajadores, pero de un país que muchas veces no les ofreció futuro.

Finalmente, Peña señaló que Paraguay está decidido a “volver a ser el gigante que ya fue”. No obstante, para lograr eso se necesita más que palabras bonitas en exposiciones internacionales: se necesita voluntad política para enfrentar de frente la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la exclusión social.