El peso de lo cotidiano/Félix Giménez
Puedo estar seguro de que la mayoría de ustedes comienza el día con una alarma
que les interrumpe el sueño, y de ahí a lo de siempre. Todo parece una carrera contra
el reloj, un desfile de obligaciones que parecen no tener fin. La rutina diaria, lejos de
brindar estabilidad, puede convertirse en una fuente constante de molestia, fastidio y
obviamente de sufrimiento. No se trata solo de repetir acciones, sino de sentir que no
se encuentra algún sentido, y eso ya es peor que cualquier cansancio acumulado.
Hay que entender que lo verdaderamente molesto no siempre es lo inesperado, sino lo
repetido: el tráfico interminable, las conversaciones vacías, los errores que se repiten
en el trabajo, la presión social por aparentar normalidad. Incluso los pequeños
eventos, una mirada incómod...









