Cristian Nielsen
Una cosa es que te cuenten o leas sobre la guerra y otra muy diferente ver personalmente dónde y cómo se peleó. Este es un compromiso que cada paraguayo adquiere con sólo nacer en esta tierra o adquirir por vocación la nacionalidad.
Tres o cuatro décadas atrás semejante viaje era impracticable para gente que no estuviera
dispuesta a pasar penurias, frio, calor, malos hospedajes y acostumbrarse a comidas prácticamente de supervivencia. Hoy todo ha cambiado. El asfalto llega a muchos rincones del Chaco, hay hotelería de primer nivel, hospedajes en lugares remotos, comunicación asegurada y logística suficiente para calendarizar un viaje aún en temporada de lluvias que antes volvía intransitable el territorio por semanas enteras.
VISIONES DE UN DRAMA
Es una experiencia enriquecedora, sobre todo para niños y jóvenes, ver campos de batalla, campamentos, armas usadas en el conflicto, camiones que ya no se ven sino en museos, equipos de comunicación inconcebibles para estos días, monumentos, cementerios y esculturas alegóricas.
La Guerra del Chaco, de la que pronto nos separará un siglo de distancia, fue el conflicto americano más cruento y abarcante, territorialmente hablando, del siglo XX. En un escenario de guerra de casi 300.000 kilómetros cuadrados, 370.000 combatientes se enfrentaron durante casi tres años dejando en los campos de batalla 30.000 paraguayos y 60.000 bolivianos muertos además de una cantidad nunca determinada de lisiados y mutilados.
Fue una guerra que se vio venir prácticamente desde el principio del siglo XX. Y contra lo que podría suponerse hoy día, el Paraguay tuvo tiempo y recursos suficientes para equiparse a la espera del comienzo de hostilidades.
VELA DE ARMAS
Los antiguos guerreros medievales debían pasar la noche entera vigilando sus arreos bélicos -lanza, espada y armadura- si al día siguiente iban a ser armados caballeros. Se la
llamaba “vela de armas”, tal vez porque la espera transcurría casi siempre en alguna capilla apenas iluminada por velas.
El Paraguay tuvo sus caballeros y su vela de armas. El periodo empezó en abril de 1927 con la “misión Schenoni” que fue a Europa a encargar toda clase de armamento, desde bayonetas hasta buques de guerra último modelo.
Hoy son piezas de museo, pero en aquellos días era lo más avanzado que los arsenales europeos podían ofrecer. El arma más difícil de adquirir -según reportan Luis Riart y Arturo Bray- fue el cañón francés Schneider de tiro rápido, que había ganado prestigio durante la I Guerra Mundial.
Los alemanes temían sobre todo a sus granadas “rompedoras” mencionadas por el escritor Erich María Remarque en “Sin novedad en el frente”. Era una munición diseñada especialmente contra infantería porque su estallido diseminaba una nube de mortíferas esquirlas. Esas granadas y la disentería serían las principales causas de muerte en las trincheras de la Gran Guerra Europea.
Schenoni encargó 32 de aquellos artefactos. Los bolivianos, instruídos por un militar de origen alemán, sabían a lo que se enfrentaban con aquellos endemoniados cañones Schneider “modelo paraguayo”
RECTITUD
La “misión Schenoni”, que llenó los arsenales paraguayos antes de que estallara la
guerra en 1932, no sólo se distinguió por su eficacia en la elección del armamento apropiado sino además por el escrupuloso cuidado de los fondos habilitados para adquirirlo. El Gobierno había creado una cuenta en el Banco de Inglaterra sobre la cual se giraban las ordenes de compra.
Entre los fabricantes y comerciantes de armas de todos los tiempos existe la costumbre de pagar generosas comisiones a quienes eligen sus productos. La misión paraguaya las aceptó todas para depositarlas luego en la misma cuenta, creando de esa manera un fondo extra con el cual se adquirieron otros elementos no contemplados en el plan de compras para el ejército.
También se encargaron para la Armada dos buques de río construidos en los astilleros italianos Cantieri Navale Odero de Génova según especificaciones técnicas del capitán de navío José Bozzano, graduado en ingeniería naval nada menos que en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Estados Unidos. Al mando de los Arsenales de Guerra y Marina, Bozzano fabricó toda clase de armas y equipos, desde la mítica granada bautizada “carumbe í” (tortuguita) por los soldados en campaña hasta camiones para transportar personal, equipos y agua.
HUMANOS AL LIMITE
Recorrer los campos de batalla, ver las fotos del Museo Histórico de Fortín Boquerón o recorrer los “tuca tuca” -bunkers de arena y troncos- en los que se refugiaban los soldados cuando llovían proyectiles de artillería, es una experiencia inolvidable para quienes deseen revivir en la imaginación aquel conflicto en el que miles de seres humanos fueron llevados al límite de la resistencia física y emocional. Muchos no lo soportaron y sucumbieron, unos físicamente y otros mentalmente.
Fue una experiencia colectiva que nos dejó el Paraguay de hoy, legado que no siempre valoramos en su verdadera dimensión.