En marzo próximo va a hacer tres años que se incendió la terminal de ómnibus de Asunción. Y allí sigue, ruinosa, carcomida por el óxido, la suciedad y el desorden impuesto por centenares de vendedores que la han convertido en una feria. Ya hubo varios anuncios de reconstrucción, modernización, actualización y cuanto verbo sirva para describir acciones que no aparecen por ningún lado. Hace casi seis meses que la Municipalidad cobró el seguro contra incendios… pero de obras, ni hablar. Mientras tanto, los viajeros deben soportar ese ambiente de abandono, hacinamiento, suciedad y desorden, una imagen de intolerable subdesarrollo que recibe a turistas que llegan en busca de un Paraguay solo existente en los folletos.
Otra “puerta de entrada” que da vergüenza es el aeropuerto internacional. Sus administradores hacen lo imposible por pintar aquí, abrir un pabellón más allá o cambiar cosas de lugar. Pero es apenas perfumar al muerto. Seguimos a años luz de aeropuertos de capitales regionales como el Juscelino Kubitschek de Brasilia, el Carrasco de Montevideo o el nuevo Ezeiza de Buenos Aires. Aquí insistimos en el único modelo de gestión estatal que subsiste en el continente y que termina siendo un boliche de cuates que se reparten los puestos de maleteros, el estacionamiento a la intemperie o las casillas de mercado 4 ampulosamente llamadas “duty free”. Visión pueblerina de un servicio que demanda especialistas y una depurada convergencia tecnológica.
Y ni qué decir del bendito Metrobus, que ya está por cumplir 10 años de amagues, arranques y paralizaciones. Hasta ahora, lo único que funcionó del proyecto es la coqueta animación hecha en Autocad, presentada allá por 2011 y que tenía incluso un telúrico nombre propio: Metrobus Pya e Pora. Lo único de rápido que tuvo este mamotreto fue la cantidad de maldiciones que comenzó a acumular desde el mismo día en que se conoció su existencia. Hoy es un monumento a lo inservible, a lo mal hecho y abandonado, al derroche, en suma, de valiosos recursos. Y cero servicio.
En muchos aspectos, quienes administran este país se especializan, parafraseando a Serrat, en jugar con cosas que no tienen repuesto.
El tiempo entre ellas.