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Empatizar para construir

Desde el inicio de la humanidad han existido proyectos ambiciosos que han marcado el rumbo de las comunidades y del mundo. Desde las misteriosas pirámides en Egipto y otras partes del mundo, las inscripciones rúnicas, las imponentes construcciones de los Incas, Mayas y Aztecas, las catedrales medievales y las maravillas del mundo antiguo y moderno.

Podríamos nombrar un sinfín de herencias de toda la humanidad que podemos disfrutar, además de proteger y conservar su legado.

La humanidad conserva estas reliquias como un tesoro sagrado que forma parte de lo que somos hasta el día de hoy.

La lucha contra la pobreza es, sin dudas, tan antigua como la humanidad misma.

Desde los primeros dibujos encontrados en las cavernas o los jeroglíficos, la distinción de una parte de la sociedad servida por una parte oprimida. Reinados, feudos, esclavitud, trata de personas, explotación, pareciera ser que la historia de la humanidad es la historia del sometimiento de muchos por parte de unos pocos.

¿Qué da origen a esto? ¿Cuál ha sido el Bing Bang donde se acomoda así el orden social? ¿Qué es realmente una élite y por qué ocupa de manera legítima ése lugar en la sociedad?

Las teorías económicas pueden dar una explicación coherente dentro de lo que comprende nuestra intelección, pero la realidad es que se hace difícil, por sobre todo poco humano, creer que está bien que algunos la pasemos mejor que otros, que algunos tengamos algo que llevarnos a la boca cuando ataca el hambre o una cama confortable cuando los párpados piden una tregua.

Lo que asumimos como normal no puede ser sinónimo de lo que es correcto o está bien: no está bien que un niño muera de diarrea, por no tener acceso a agua potable ni medicamentos, no está bien que una gran porción de la población no pueda acceder a una educación de calidad y tampoco está bien que una persona no tenga acceso a servicios básicos de salud y dignidad. “Nihil novum sub sole” (No hay nada nuevo bajo el sol), pero quizás es necesario repetir, re-visibilizar, re-dignificar estos pensamientos para que, el día de mañana, los textos donde se hable de este momento de la humanidad, dejen como legado el dejar por un lado el “ellos” y el “nosotros”. Nos faltaría un poco más de empatía y de dejar de proponer soluciones para pocos en detrimento de la vida de muchos.

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