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El madrugar y la genética

Alguna vez en nuestra vida habremos escuchado la expresión; “para ganar hay que madrugar para ganar” o “al que madruga Dios le ayuda”. algo que no es muy cómodo por lo que significa quebrar el sueño, momento que importa tanto cómo el iniciar temprano nuestras actividades porque mientras descansamos nuestra mente y organismo se ponen en orden y para lograr continuar bien nuestras jornadas. Parece una contradicción. 

El mundo está compuesto por personas a quienes nos gusta dormir “de más” o a quienes nuestros propios relojes biológicos nos levantan más temprano que la hora del común de nuestros entornos, que pueden ser desde la familia, círculo de amigos o compañeros de trabajo. Aunque nos cueste verlo estamos conectados por el mismo origen de nuestra especie de ser humano.

 Un estudio vincula los genes neandertales con ser una persona que despierta temprano. Si eres una persona mañanera, quizás debes agradecérselo a tus genes neandertales… si los tienes. Cuando los sapiens llegaron a Eurasia hace cerca de 70.000 años, los neandertales habían estado habitando el “viejo continente” durante unos 400.000 años. Eso quiere decir que los linajes neandertales eurasiáticos habían pasado más de la mitad de su existencia en estas latitudes norteñas. Durante este tiempo la especie evolucionó y se adaptó a las características de la región, incluido el hecho de que la diferencia en la duración de días y noches entre invierno y verano es más marcada en las latitudes más apartadas del ecuador.

Cambios en los genes

Eso  los hacía empezar sus jornadas más temprano que otros humanos ayer. El equipo responsable de este hallazgo analizó 246 genes que previamente habían sido vinculados con los ritmos circadianos, nuestro “reloj interno” que nos manda a dormir o despertar según la situación. Encontraron así una serie de variantes genéticas que podrían afectar a este reloj interno. Uno que funciona bien para despertar a la persona que haya quedado en manos de Morfeo.

Podemos tener el argumento ahora que nos dormimos mas o menos porque tenemos razones genéticas que las justifican. Vale para muchos no para todos.

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