Perú también enfrenta una crisis; el presidente, Martín Vizcarra, y el Congreso se declaran mutuamente como ilegítimos. En Bolivia, los disturbios tras una elección controvertida e imperfecta (según observadores independientes de la Organización de los Estados Americanos) obligaron al presidente, Evo Morales, a refugiarse en Ciudad de México.
La violencia generada por las drogas se ha disparado nuevamente en México, notablemente por un reciente tiroteo en el que al hijo del narcotraficante encarcelado Joaquín “El Chapo” Guzmán aparentemente se le permitió escapar de la captura. Venezuela continúa dividida entre el presidente izquierdista, Nicolás Maduro, heredero del autoritario Hugo Chávez y apoyado por Cuba y Rusia, y el líder opositor democrático, Juan Guaidó. Las tensiones políticas también son elevadas en Brasil, bajo el líder populista conservador Jair Bolsonaro, y en Argentina, donde el recién elegido líder populista Alberto Fernández tiene la intención de regresar al país a la izquierda.
Aparentemente en toda dirección que se mire hay protestas callejeras violentas, cambios políticos dramáticos en el gobierno e incertidumbre económica. ¿Qué puede hacer Estados Unidos para desempeñar un papel constructivo en la promoción de la democracia y el progreso económico?
Durante mis tres años al frente del Comando Sur de EE.UU. hace aproximadamente una década, estuve a cargo de todas las operaciones militares al sur de la frontera mexicana. Nací en el sur de Florida, hablo un buen español, y viajé por toda la región repetidamente. En aquel entonces, un enfoque principal era contrarrestar lo que veíamos como desafíos políticos de izquierda, liderados por Chávez de Venezuela. Armado con petrodólares cuando los precios del petróleo se dispararon por encima de US$100 por barril, Chávez pudo ayudar a otros gobiernos de izquierda a llegar al poder en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. En casa, controlaba todo, manipulaba las elecciones, pisoteaba la oposición democrática y destruía la economía del país a través del control gubernamental sobre las principales industrias y la agricultura. Trabajó estrechamente con políticos de izquierda en Brasil y Argentina. En varios grados, estas naciones se alejaron de EE.UU. y se comprometieron estrechamente con Cuba, a menudo con el apoyo de Rusia y China.