Hay que reconocer que muchos funcionarios de alta jerarquía en el Gobierno son buenos cronistas de su realidad. A la cabeza marcha el ministro de Hacienda, que se ha especializado en reconocer que hace falta mejorar la calidad del gasto público antes de cargar al contribuyente con más impuestos. Muy buen planteo para un columnista. Pero lo que se demanda del ministro es gestión efectiva en el terreno de los hechos, escenario en el que precisamente no descuella la administración de la cosa pública.
Es sabido que las finanzas del Estado tienen dos variables que se están cruzando peligrosamente. Por un lado, se estima que el tesoro está recaudando menos de lo esperado mientras aterrizó en el Congreso un delirante dosier con un rosario de pedidos de aumentos salariales. Es decir, la variable recaudación va en descenso mientras la línea del gasto pica en subida, receta perfecta para generar un quiebre de estados contables. Eso, en una empresa privada, conduce directamente a la quiebra y liquidación si los accionistas no deciden sacar dinero de su bolsillo o pidiendo préstamos bancarios. Pero como el Estado tiene otros mecanismos a los cuales recurrir, el festival de gastos salariales puede seguir apelando al déficit fiscal indefinido.
Los dos últimos presidentes del Indert, por otra parte, se encargaron de la oficina haciendo protestas de honestidad y de limpieza de los negociados con tierras que se atribuyen a generaciones enteras de funcionarios del ente. Hasta ahora, sin embargo, no hay noticias de investigación alguna al interior de este organismo que haya llegado a conclusiones y sanciones que hagan realidad los rumbosos anuncios de normalización institucional.
También suelen escucharse, de boca de sus administradores, lúcidas crónicas sobre la realidad de la Industria Nacional de Cemento, sobre la planta alcoholera de Petropar y sobre esos dos híbridos llamados Acepar y Copaco que jamás fueron una empresa privada porque tampoco dejaron de ser una empresa pública. Son cuatro monstruos que consumen recursos tan valiosos como escasos –dinero del Estado- en producir bienes y servicios que el sector privado genera con mayor eficiencia.
Dejemos la crónica y el análisis a los especialistas del periodismo y las consultoras. Los administradores públicos, a gestionar, que es lo suyo.