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Un pequeño gran dictador en Canadá

Conociendo sus valores democráticos, humanos y excelente reputación, podemos imaginar la vergüenza que debe sentir hoy el Cónsul Honorario de Canadá en Asunción, el profesor Juan Alberto Speratti Risso, ante las últimas medidas dictatoriales del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Quizá aprovechando que la opinión pública está pendiente de una posible guerra entre Rusia y Ucrania, Canadá ha invocado el Estado de Emergencia para imponer una ley marcial que permite a la policía detener a quien quiera cuando quiera, incluso a congelar o suspender cuentas bancarias de los ciudadanos, sin necesidad de una orden judicial.

El motivo de esta gravísima violación a los derechos civiles, sin precedentes en Canadá en un contexto de paz, ha sido la Caravana por la Libertad que han liderado camioneros, agricultores y una gran multitud de ciudadanos que piden la dimisión de Trudeau por el abuso de poder que ha efectuado, de manera inconstitucional, con la excusa de la pandemia. En efecto, el Convoy denuncia la injusticia de dos años de agobiantes restricciones, violaciones a los derechos ciudadanos y daños gigantes a la economía de cientos de miles de familias. El “Convoy por la libertad” tuvo un gran éxito de convocatoria, hasta el punto de que consiguió bloquear el aeropuerto y el Ambassador Bridge, uno de los cruces más importantes entre Estados Unidos y Canadá. El principal propósito de esta pacífica protesta no ha sido otro que el de lograr que el Gobierno ponga fin a la vacunación obligatoria para los viajes transfronterizos.

Las nuevas medidas del gobierno canadiense aplican tanto a empresas como a particulares e incluye todo tipo de transacciones, incluso en criptomonedas. Además, el gobierno blinda a los bancos para que queden protegidos de toda posible acción legal posterior. Ante la gravedad de estas medidas, que solo tienen parangón en dictaduras y gobiernos autoritarios, Justin Trudeau se ha justificado ante los periodistas diciendo que “Esto (el Convoy por la Libertad) no es una protesta pacífica”, dijo, sin presentar ni una sola prueba de un acto violento consumado. “Del toro manso me libre Dios, que del toro bravo me libro yo”, dice el refrán popular; sabias palabras que aplican perfectamente al primer ministro canadiense, para tristeza de quienes admiramos tanto a ese majestuoso país situado en la bella región de Norteamérica.

Pablo Álamo Hernández
Pablo Álamo Hernández
PhD en Economía y Empresa. Profesor internacional de la Universidad Sergio Arboleda y de la Univeridad de Columbia del Paraguay

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