La lista desbloqueada da ese poder al ciudadano
Ante las elecciones municipales que se aproximan, un interrogante tan antiguo como la misma república es: cómo desmontar los enclaves de compinchismo político que perduran en todos los municipios del país. Es una tarea titánica porque si algo se ha demostrado desde la apertura democrática de 1989 es que, político que sienta sus posaderas en una concejalía tiende a quedar pegado a ella y a convertirla en una máquina de hacer dinero enchufándose a cuanto chanchullo se maneje desde el gobierno municipal.
No negamos que en el medioambiente de las concejalías hay gente decente que intenta hacer bien las cosas. Sería necio ignorarlo. Pero desgraciadamente no hacen masa crítica como para desbaratar a la filibustería que se aferra a los curules con tuercas, tornillos y tirafondos, rancios apellidos que llenan verdaderas montañas de papeles desde ordenanzas, resoluciones, informes y toda clase de documentos que cruzan la gestión de por lo menos cinco o seis periodos de gobierno municipal.
¿Cómo se desbarata todo esto? Una forma podría ser utilizar sin temor una de las pocas herramientas que nos ofrece hoy la Justicia Electoral, las listas desbloqueadas. Esto permite sacar un candidato del fondo del tarro en que ha sido dejado para proyectarlo al primer lugar y así, dependiendo de la cantidad de ciudadanos que empleen este instrumento, dinamitar estos verdaderos enclaves de continuismo tóxico a que nos tienen acostumbrados un puñado de partidos políticos.
Tal vez unos pocos ciudadanos cruzando el voto no logren hacer la diferencia. Pero citando al humorista argentino Joaquín Lavado, autor de Mafalda, “una pulga no puede descarrillar un tren pero sí llenar de ronchas al maquinista”.
La cartelización de la función legislativa sigue su agenda. Las juntas municipales no escapan a este proceso de degradación moral que sufre la representación popular. Y es precisamente en estas instancias comunales en las que el ciudadano está más cerca, al menos en teoría, de quienes pueden resolverle los problemas que lo afectan directamente.
Un factor que conspira contra esta posibilidad de pulverizar democráticamente las claques gobernantes es el hastío del ciudadano, la sensación de vacío y de inutilidad ante cada proceso electoral tras el cual, no solo no se le resuelven sus demandas más acuciosas, sino que comprueba que el amiguismo y los negocios sucios seguirán por cinco años más.
Es duro pelear contra el desánimo y la desesperanza. Pero no hay otro camino.