Voy camino sobre la avenida Silvio Pettirossi, a la terminal de Asunción. Aquella que desde 1984 conserva vestigios de una zona que prometía crecimiento y auge pero, que hasta ahora no logra levantarse de sus cenizas… de sus últimas cenizas.
Como olvidada en el tiempo, la terminal, que pretendía ser un epicentro de interconexión con todas las venas del país y el mundo exterior, hoy solo es un mal necesario para quienes necesitan llegar a algún punto de esta tierra guaraní. Y es que desde hace décadas se encuentra abandonada a su suerte y merced de las empresas oportunistas que lucran con el espacio y tiempo de la gente.
Cuan tierra de nadie, las horas parecen eternas esperando un bus, con algunos comerciantes que te ofrecen una chipa o, un sándwich de milanesa a precios de restoranes de cinco estrellas; ni hablar de los comercios que pretenden venderte un souvenir para tu abuela como si estuviese tallado en marfil o adornado con copias poco creíbles de diamantes.
La terminal de ómnibus de Asunción, donde las autoridades municipales brillan por su ausencia, recibió una noticia anteayer, ya que según le comentaron, será estudiada una licitación pública para su “Reforma y Reconstrucción” por unos G. 9 mil millones, tratando de arreglar remanentes de aquel incendio en el 2017. Cuánto tiempo tendrá que pasar, nuevamente, para sentir la resiliencia y convertirse en lo que tanto anhela desde tiempos inmemorables.
Mientras tanto, en medio de una infraestructura insalubre e insegura, sigo mirando el hormigueo de personas que transitan, necesario y obligado, su camino a casa. Esperando luego la línea 15, o la 18, que quizás ya no alcancen porque solo circulan hasta las 9 de la noche. Entretanto, este lugar que se resiste al paso de los años, me seguirá pareciendo la “terminal’i”, como se la conocía en los 70; en medio de una ciudad que arde y que no espera a nadie, ni siquiera a sí misma.