A quien se acerque al Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS) se le queda la piel de gallina. Decenas de carpas que albergan a familias con la esperanza y las ansias de ver salir de alta a sus pacientes dejan conmocionado al más fuerte.
No hay sol, viento o lluvia que turbe los deseos de volver a casa y envolver con calor del hogar al ser querido que padeció por semanas en las frías camas del hospital.
Las afueras del IPS se convirtió en el hogar de quienes ruegan por la salud de sus familiares internados. Sillas, mesas, colchones, frazadas, restos de comida, las personas se han instalado como en un nuevo vecindario y entre todos se apoyan en los momentos más difíciles.
Algunas personas llevan hasta un mes viviendo en el verde de las afueras del Hospital, como es el caso de Benita López, quien llegó a Asunción desde General Aquino, del Departamento de San Pedro, para velar por la salud de su papá de 90 años, quien se encuentra internado por un ACV.
«Su recuperación es lenta y estaremos acá instalados un buen tiempo, estamos sobreviviendo, pero adentro no hay caso, existe una aglomeración tremenda en la parte donde está mi papá y vinimos afuera para despejar un poco», refirió la familiar.
Hace algunos días llegó una terrible lluvia que inundó las pertenencias de los familiares, Francisca Venialgo, lleva 13 días acampando, acompañando la recuperación de su esposo, y contó que por el mal tiempo se mojaron los colchones y las almohadas de todos.
«Como asegurados nos corresponde estar acá, pero tenemos que respetar las reglas del Hospital. Nos mudamos acá a IPS, solo nos quedó traer la cocina, pero mis cuñados me traen la comida, tengo mi jarra eléctrica, mi prolongador, me manejo con lo básico», expresó Francisca.
Asimismo, dijo que gracias a Dios a su esposo le están atendiendo bien y esa misma atención es lo que les levanta el ánimo para seguir luchando.
Finalmente, conocimos la historia de Edgar Bogarín, quien afirmó que las personas del albergue que está apostado en el lugar, les apoyan bastante, y les tratan muy bien a todas las familias que allí acampan.
«Solo Dios sabe hasta cuándo estaremos acá, nosotros dependemos de la evolución de mi suegra enferma. Tengo un mensaje para todos, la salud es lo más importante, aprendamos a valorar a nuestros seres queridos y algo que aprendí en estos días acá: Mientras que el corazón siga latiendo, hay que seguir luchando», concluyó el familiar.