Si todo se pudiera solucionar con nuevas leyes…
En el Paraguay tenemos una larga tradición de depositar en una nueva ley todas las esperanzas de que las cosas funcionen mejor. Por ejemplo, el Gobierno confía en que con el proyecto de ley de suministros y contrataciones públicas que acaba de entregar al Congreso toda la podredumbre que rodea las compras del Estado desaparezca y todo sea, como por arte de magia, limpio, higiénico e impoluto.
No aprendemos nada. La historia de la gestión pública está repleta de negociados, licitaciones dibujadas, compras dirigidas, sobrefacturaciones, adquisiciones amañadas, gastos innecesarios presentados como imprescindibles, desvío de partidas en el presupuesto general y toda la parafernalia que envuelve el desquicio en que se ha transformado el gasto público en el Paraguay. ¿Y ahora cree el Gobierno que con un nuevo proyectito, que seguramente habrá costado unos cuantos dólares pagados a alguna consultora, va a enderezar un árbol que crece torcido desde hace décadas?
Su presentación está llena de incienso y lenguaje florido. Dice, por ejemplo, que el “objetivo central es la mejora del gasto público a través de la utilización responsable de los recursos del Estado, buscando impedir las compras innecesarias frecuentemente denunciadas en las contrataciones y adquisiciones, que se hicieron más evidentes en el contexto de la crisis impuesta por la pandemia…”, una auténtica colección de obviedades.
Infelizmente, el Estado es rehén de una banda de filibusteros que se reparten las compras, se hacen dibujar licitaciones, maniobran, chantajean y sobornan en verdaderas asociaciones para delinquir que se llevan por día decenas de millones de dólares.
¿Demasiado pesimismo? Tratándose de la gestión pública y su copamiento por “políticos profesionales”, es obligación del ciudadano consciente desconfiar siempre, dudar y exigir explicaciones. Un pesimista es un optimista bien informado que no se deja envolver por las mentiras oficiales. Y que lucha para abrir paso a una nueva generación de servidores públicos que reemplace a las asociaciones criminales que se han apoderado de la República.
Parece una meta lejana e inalcanzable, pero el deber de todos es creer que un día llegará, si insistimos lo suficiente, haciendo acopio de valor cívico y compromiso ciudadano. Por el momento, los escombros nos gobiernan. Y nada que se funde en desechos puede ser estable, sobre todo, cuando de un país se trata.