Parece que muy pronto, quienes ganen en los juegos de azar deberán dejar en las ventanillas de la Secretaría de Estado de Tributación un 8 por ciento del premio. No es gran cosa, pero para quien recibe un dinerillo de arriba con solo tirar unos dados o confiar su suerte a unos naipes, es un bocado importante.
La ley 1016 reconoce como juego de azar “la adquisición de un bien o de un derecho como resultado de un acontecimiento futuro o de uno realizado, pero desconocido para las partes, por medios que no se decidan por la fuerza, la destreza o la inteligencia de los jugadores, o en la que estos atributos concurran en un porcentaje mínimo y no incidan decisivamente en el resultado”.
Es decir, alguien que se dedica a los juegos de azar puede dejar su intelecto en su casa, sumergirse en un casino y confiar en la suerte, “circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede”. Las complejas historias de algoritmos y de complicadas cábalas en las mesas de póker o de punto y banca no son sino fábulas que alimentan argumentos de películas fantasiosas.
La que no fantasea para nada es la SET, que espera ligar algunos billetes más a fines de 2021 con este impuesto a la timba. De todas maneras, la recaudadora estatal va a la zaga de otras administraciones estatales.
Perú, por ejemplo, aplica un 20% al net win, es decir, la ganancia neta de la sala de juego después de pagar los premios o ganancias, esto es, la diferencia entre el importe total apostado o jugado y los importes devueltos a los ganadores. En Estados Unidos, en cambio, el mazazo cae sobre quien gane por encima de US$ 600 en loterías y otros juegos de azar, debiendo dejar hasta un 30% del premio en la tesorería.
Brasil todavía lucha para legalizar los juegos de azar que por razones políticas, ideológicas y religiosas están prohibidos. La realidad responde con una masa de juego clandestino estimada en US$ 15.000 millones y un potencial tributario del US$ 4.200 millones en 2018.
Los cálculos de clandestinidad en el Paraguay son confusos. La dispersión del juego entre el Estado central y los municipios hace difícil calcular la evasión, sobre todo en maquinas tragamonedas que proliferan en todo el país.
La otra gran batalla por delante son los juegos online, escurridizos e inmensurables por ahora para la SET.