No hay duda alguna que Jair Bolsonaro practica la anti diplomacia. No manda a decir las cosas, las dice personalmente sin remilgo alguno. Y en este juego perverso, el que dice lo que no debe, termina escuchando lo que no quiere oír.
Durante la campaña electoral, el hoy presidente electo argentino, Alberto Fernández, fue a visitar en su encierro de Curitiba al ex presidente Luiz Inacio “Lula” da Silva quien, luego de gobernar Brasil por dos periodos consecutivos, debió enfrentar un proceso por involucramiento en el escándalo conocido como Lavajato, un esquema de sobornos y pagos ilegales en el que el líder metalúrgico quedó finalmente envuelto, según sentencia en primera instancia confirmada en los siguientes niveles de apelación. Fernández hizo un llamamiento a que se liberara a Lula, agregando que Bolsonaro es “un episodio en la vida de Brasil, así como Macri lo es en Argentina”.
El mandatario brasileño no acusó el golpe, pero una vez ungido Fernández presidente, pasó factura de inmediato. “Argentina eligió mal –dijo el ex oficial de paracaidistas-. No tengo porqué felicitarlo a Fernández ni facilitarle a la izquierda eso de formar la gran patria bolivariana”.
Aquí se cumple una vez más la sabia reflexión del gran tribuno romano Cicerón cuando, en medio de una de sus catilinarias, dijo aquello de “O tempora, o mores”, “Oh tiempos, oh costumbres”, frase que desde entonces fue sinónimo de cómo cambia el comportamiento del hombre con el paso de los años. Décadas atrás, se tenía a Itamarty como sinónimo de la diplomacia de la razón, del estilo y la prudencia, por sobre el mero trato visceral de pura reacción enzimática, que es lo que caracteriza la impronta del actual mandatario brasileño.
Por encima de este mero pintoresquismo, subyace el hecho de que más temprano que tarde, Bolsonaro y Fernández tendrán que sentarse a alguna mesa de conferencias, verse las caras e intercambiar criterios respecto a algo, por ejemplo, el futuro del Mercosur. Bolsonaro ya anticipó que cerraría filas con Paraguay para marcar distancia de la Argentina de los Fernández&Fernández. Algo así como una guerra no declarada dentro de un bloque que intenta instalarse entre los más grandes jugadores de la economía.
No hay futuro, para el Mercosur, con un conflicto intestino de esas proporciones.