En pocas cosas estamos tan atrasados en el Paraguay como en infraestructura de conectividad. Ferrocarriles sin trenes, ómnibus sin terminales, aviones sin aeropuertos…
La terminal de ómnibus de Asunción es un diseño que proviene de principios del siglo XX. Es una especie de hormiguero instalado en un denso conglomerado urbano que ha crecido en forma espontánea. El concepto de conectividad está ausente y antes de agilizar el transporte, lo conflictúa y esclerosa.
La gran obra que le corresponde a la Municipalidad de Asunción es pensar una terminal que responda a la nueva dinámica poblacional e interconectada a lo que alguna vez será un entramado de transporte público eficiente, con líneas troncales como la que intentó ser el Metrobus, fracasado pero no muerto. Una terminal que se dé la mano con un Metrobus eficiente en un emplazamiento con visión de futuro.
Del ferrocarril ni hablamos porque parece un chiste de mal gusto. Es un zombie que sobrevive a base de transfusiones de dinero público cuya única misión es fabricar proyectos fantasma que hablan de trenes de cercanía que circulan en la cuarta dimensión de las animaciones marquetineras y convoyes de carga misteriosos sobre vías inexistentes.
El aeropuerto Silvio Pettirossi es el paradigma de la incapacidad de gestión que ubica a Asunción entre las peores terminales aéreas del continente. Vamos de anuncio en anuncio sobre el “inminente” inicio de la construcción del nuevo edificio aeroportuario. O habría que decir, de postergación en postergación, mientras sus actuales encargados agregan parche tras parche a una estructura obsoleta, haciendo crecer sin fin una especie de frankenstein redivivo.
El monumental atraso que padecemos en tres de esos ítems -trenes, buses y aeropuertos- es la imagen rotunda de un país enamorado del atraso.
Al tren interurbano se oponen los ocupantes de hecho de la franja de dominio; al Metrobus lo hizo naufragar la corrupción; y al nuevo aeropuerto lo ahogan las trapicherías del compadrazgo político que se reparte la explotación de estacionamientos al aire y al sol y los puestos de mercachiflerías que vanamente pretenden hacer aparecer como free shopps.
Todo del siglo pasado, sin perspectivas de que a corto plazo podamos disfrutar servicios ya en vigencia en cualquier ciudad de provincia del continente.