El 25 de octubre de 1997 jugaron en el Estadio Monumental los dos grandes rivales del fútbol argentino, River Plate y Boca Juniors, en un duelo que pasaría a la historia por algo que ni protagonistas ni aficionados sospechaban: aquel fue el último partido de Diego Armando Maradona.
Los 45 minutos que disputó el ‘Pelusa’ en aquel Superclásico pasaron a tener un valor incalculable -como la entrada que conservaron quienes acudieron al choque- apenas cinco días después, cuando, coincidiendo con su trigésimo séptimo cumpleaños, dijo: «Se terminó el jugador de fútbol: nadie está más triste que yo».
Veinticinco años después, aquel triunfo de los ‘xeneizes’ sobre los ‘millonarios’ (1-2) sigue siendo recordado por los seguidores maradonianos y, especialmente, por quienes presenciaron el encuentro que muchos recuerdan -con inexactitud- como el del relevo generacional entre el ‘Pelusa’ y un joven Juan Román Riquelme.
UNA FIESTA
«Cada vez que jugaba Diego era una fiesta. Cada vez que ibas a ver a Boca y sabías que estaba Diego era obviamente un plus al partido, más allá de quién fuera el rival», comenta para EFE Hernán Soria, que opina «más como hincha» que como el directivo que llegó a ser en la subcomisión de Historia de Boca Juniors.
No obstante, recuerda que había «mucha expectativa» para aquel duelo porque Maradona había anunciado que iba a saludar al entonces técnico rival, Ramón Díaz, «con quien estaba enemistado hace mucho tiempo», y por el homenaje al fotógrafo José Luis Cabezas, asesinado nueve meses atrás.
El local llegaba como líder del Apertura, con 22 puntos, uno más que los ‘xeneizes’, que se impusieron por 2-1, con tantos de Julio César Toresani y Martín Palermo para revertir el adelanto del exboquense Sergio Berti.
«Diego estaba bárbaro, se le veía físicamente bárbaro. En su última época en Boca había tenido momentos excedido de peso, fuera de juego… Y si bien en ese partido no jugó bien, solo 45 minutos, no jugó mal», dice Soria, presente en el Monumental aquella tarde.
Cuando se le pregunta si se rumoreaba o sospechaba algo sobre un posible adiós del 10, solo reconoce que por «la edad» y el «desgaste físico» se sabía que «no le iba a dar mucho más, pero no como algo inmediato».
Aquel sábado, cuando «la cancha explotaba» clamando justicia para Cabezas, asesinado al investigar un caso de corrupción que podía llegar a salpicar incluso al entonces presidente, Carlos Menem, Fabián Alfonso también estaba allí.
«Era imposible no ir a la cancha cuando jugaba él», explica a EFE este hincha ‘xeneize’ y dueño de «Lo de Diego», bar temático dedicado a Maradona, que vivió aquel duelo con «la euforia de cualquier Boca-River», aunque «sin saber que ese iba a ser el último partido».
‘El Japo’, como le apodan sus colegas futboleros, apunta que «nadie sabía nada» y, por eso, cuando días después, anunció su retirada, tuvo una «mezcla de emociones: tristeza, angustia, no haber podido cumplir el sueño de haber salido campeones con él».
El futbolista que ganó una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España con el Barcelona, y dos Ligas, una Copa y una Supercopa de Italia con el Nápoles, además del Mundial’86 con Argentina, apenas logró un Campeonato Metropolitano (1981) con el club de sus amores.
DE MARADONA A RIQUELME: LA LEYENDA
Ambos seguidores coinciden en resaltar un detalle que, por error o mitificación, se reescribió en la historia de aquel encuentro: Maradona nunca fue sustituido por Riquelme.
«Hay algo que mucha gente no recuerda o está confundida porque piensan que Riquelme fue reemplazante del Diego y en realidad fue (Claudio) Caniggia. Riquelme entra por Nelson Vivas», detalla Alfonso sobre los cambios -efectuados por el entonces técnico, Héctor Veira, tras el descanso.
Soria abunda en ese «pequeño llamado» de atención «porque todo el mundo cree que el cambio fue Diego por Román», pero reconoce que «de alguna manera» alimenta «la leyenda de Diego y la propia que escribe luego Román», entonces jugador de 19 años, que triunfó en Boca Juniors y en el Villarreal español y que hoy es director deportivo y vicepresidente del club ‘xeneize’.
Si hay algo en lo que ambos coinciden, 25 años después de aquel encuentro y casi dos de la muerte de Maradona (25 de noviembre de 2020), es en que nunca habrá otro como él.
«Es muy difícil, seguro que otro igual no creo. Podrá haber muchos mejores en su destreza y forma de juego, pero igual no, igual jamás», afirma rotundamente Soria, quien recuerda múltiples anécdotas vividas junto a él.
Por su parte, ‘El Japo’, que ideó antes de la pandemia el local de homenaje con todo tipo de recuerdos y varias estatuas del ‘Pelusa’, sobre el que «Diego sabía y estaba contento con que fuera aquí en La Boca», dice que «fue el único ser humano» que le hizo pasar «por todos los estados de ánimo» en su vida.
«Diego tenía eso, uno no lo veía como un futbolista o el mejor de la historia, lo veía como un familiar y parte de la cultura nuestra», resume quien argumenta que «ojalá Argentina junto a Messi pueda ganar el Mundial y levantar la Copa, pero Diego es Diego». EFE