Cualquier intento de evitar las malas sensaciones, sofocarlas o minimizarlas puede resultar más contraproducente de lo que uno pretende. Al tratar de manera extrema estar bien todo el tiempo, se puede crear un efecto colateral que termine por afectarnos, dando así lugar a una positividad tóxica.
De acuerdo a la licenciada en psicología clínica, Anabeth Wentzensen, el principal aspecto observado tras la positividad tóxica es la represión de las emociones que son consideradas negativas, como la tristeza, el miedo, la rabia, la inseguridad, etc.
Lic. Anabeth Wentzensen
“Esto para mostrar al mundo o a nosotros solo aspectos positivos, minimizando o ignorando cualquier emoción/situación que consideremos como no positivo o bueno. En otras palabras, es imponerse el papel de estar feliz, no tener dificultades ni afectaciones, aparentar que todo esté en orden, bajo control y mostrarse de esta forma”, declaró la licenciada.
ESTÁ BIEN ESTAR MAL
Buscar el bienestar de manera constante, sin dar lugar a malos estados de ánimo tiene sus efectos particulares y, a decir de la psicóloga Wentzensen, reprimir de manera constante las malas sensaciones podría derivar a un problema a la hora de gestionar las emociones, así como también para relacionarnos con terceros.
“Un punto que me gustaría destacar es que las emociones consideradas como negativas también tienen su función y por ende son buenas, pues nos permiten tomar decisiones que nos llevan a cambiar, enfrentar o avanzar en una circunstancia”, resaltó la licenciada.
Dentro del punto hizo una ejemplificación: el miedo tiene una función de alerta, lo que permite analizar mejor la situación, elegir la mejor posibilidad para enfrentar eso que tememos e incluso posee una función adaptativa de modo que podamos huir ante un animal salvaje y así evitar salir heridos.
En cuanto a la negatividad existente en torno al hecho de sentirse mal, según la especialista podría deberse a una enseñanza en torno a que lo «correcto» es estar bien cueste lo que cueste.
“Hasta desde pequeños, cuando tenemos una dificultad, nos piden que dejemos de llorar, que nos pongamos bien etc. No nos enseñan a expresar nuestro verdadero sentimiento y sobre todo a validarlo, que está bien sentirse así y que es normal tener miedo, estar enojado o triste”, determinó.
ACEPTAR LAS EMOCIONES
La psicóloga Wentzensen manifestó que la expresión y validación de las emociones es fundamental primeramente para desahogarnos y sacar afuera todo lo que tenemos dentro. Aparte, también contribuiría a ser más conscientes de nuestros sentimientos, para así evitar el desarrollo de problemas de salud, aparte de saber encontrar desde un aspecto realista soluciones a los problemas o aceptar cuando no los haya.
“Particularmente, el término que me gusta usar es ‘ser racional’, no positivo ni negativo sino racional, pues una persona así es realista y acepta lo que está ocurriendo, tal y como está. Cuando me siento mal, expreso que estoy triste, lloro si es necesario, me tomo mi tiempo para pensar que hacer, sin ir al extremo positivo de negar, decirme que estoy bien y que no pasa nada”, concluyó la profesional.
EFECTOS DE REPRIMIR EMOCIONES
De acuerdo a la psicóloga Wentzensen, en uno mismo genera un desgaste emocional causando estados de estrés y también de ansiedad ante la necesidad de aparentar con nosotros y/o con los demás que todo está perfectamente bien.
La especialista resaltó que también puede ocasionar repercusiones en el cuerpo, entre ellos dolores de cabeza, de pecho, enfermedades graves, anorexia, adicciones a drogas y alcohol, entre otras cosas.
Aparte, añadió que se pueden generar conflictos con otras personas, especialmente en los casos que por medio del positivismo tóxico se trata de aconsejar a los amigos, utilizando frases como «el que quiere puede» causando solamente frustraciones y malestares.
Tras una intensa positividad tóxica, automáticamente se invalidan las malas sensaciones de terceros que quieren desahogarse contigo, pues te costará empatizar con la otra persona porque podría y debería superar sus malestares.