El dúo Quintana-Latorre acaba de asegurar que el Departamento de Estado de EE.UU. fue engañado por una fiscala paraguaya mediante el armado de un expediente falso para vincular al diputado Quintana con actividades criminales. En su pintoresca alocución ante periodistas, el honorable afirma que existe un “terrorismo fiscal judicial” del cual él ha sido víctima como parte de una conspiración para enlodar su brillante carrera política.
Tratemos de imaginar ese operativo. Al parecer, la fiscala Lorena Ledesma amaneció un día con ganas de fastidiar al Sr. Antony J. Blinken, capo máximo de las relaciones exteriores de Estados Unidos. Abogado por Harvard y doctor en derecho por Columbia, Blinken fue consejero en seguridad nacional de Biden cuando éste era vicepresidente de Barack Obama. A este pez gordo de la política exterior, la fiscala Ledesma -siempre según Quintana- decidió tenderle una trampa armándole un grueso legajo lleno de falsedades que presentan al interfecto como un sujeto peligroso. Tan perfecto fue el engaño que pasó el primer filtro, la US Embassy la cual, si bien debe limitarse a su papel de correo diplomático, algún vistacito le habrá echado al documento como para alertar a su jefe directo. Aterrizado el expediente en el Edificio Harry S. Truman, los abogados se habrán entregado al análisis de consistencia del legajo con esta advertencia: “Miren que por ahí tenemos que retirarle la visa nada menos que a un diputado. Mucho ojo”. Así que se supone que el informe final puesto a la firma del Secretario de Estado debe haber sido todo lo riguroso que se necesitaba para concluir en que Quintana “participó en actos que facilitaron la delincuencia organizada transnacional, socavaron el estado de derecho y obstruyeron la fe de la población en los procesos públicos de Paraguay”. Game over y Quintana queda fuera de los “elegidos para la gloria”, es decir, entrar al Edén vía Miami.
El dúo Quintana-Latorre llega a la conclusión de que el Departamento de Estado está lleno de gente incompetente a la que cualquiera puede engañar fácilmente con carpetas fraguadas. Ambos deberían escribir un instructivo titulado “Cómo engañar al tio Sam. Teoría y práctica del terrorismo fiscal judicial”.
El Papa habló de law fare. Aquí se prefiere decir terrorismo. Al fin y al cabo, todo es cuestión de gustos.