Es una técnica de venta aplicada desde los días de los grandes patriarcas David, Salomón, Job y demás héroes de la antigüedad bíblica. Un cordero que vale 50 se lo ofrece en el mercado a 100 y luego, en una “dura” negociación con el comprador, se “baja” el precio a 75. Así, además de la ganancia ya obtenida a 50, se le agrega el 75 de sobreprecio. El cliente se va a casa con la satisfacción de haber “peleado precio” mientras el mercader embolsa un 90% de beneficio. Y todos contentos.
Es imposible no hacer compraraciones con estos paradigmas emergentes de los viejos bazares al escucharlo al Presidente del Senado hablar de “aplicar recortes a los aumentos salariales” que él mismo otorgó como si en lugar de manejar el presupuesto de un Estado pobre estuviera repartiendo el PIB per capita de Bahrein.
Ya hemos demostrado que en la cámara manejada discrecionalmente por el Sr. “Cachito” Salomón, hay 84 funcionarios que ganan más de US$ 3.300 mensuales, “generosidad” salarial que no existe ni siquiera en las grandes corporaciones que gestionan negocios masivos y que gestionan con un board de gerentes no mayor a seis u ocho miembros. El Sr. Salomón se mueve con comodidad en estas arbitrariedades salariales porque cuenta con la complicidad de los sindicatos que saldrán a la calle a gritar histéricamente si les tocan sus “derechos adquiridos” que hacen de la vida de esta elite de 2.500 “elegidos” el sueño del pibe. Y el Sr. “Cachito” Salomón se escuda, además, en la independencia de poderes sabiendo que nadie puede tocar sus asignaciones presupuestarias, ni siquiera Hacienda.
Entonces, ¿Qué le queda al ciudadano común al que nadie defiende de estos saqueos institucionalizados? Protestar, escrachar, despreciar y repudiar a este enclave de filibusteros cebados desde hace años e incrustados en el tesoro público como verdaderas colonias de parásitos.
Cuarenta senadores parecen necesarios para el funcionamiento institucional de la República. Pero, ¿Son necesarios dos regimientos de planillados con 84 “gerentes”, montones de directores generales, directores simples, jefes de departamento, coordinadores y toda clase de auxiliares que se llevan decenas de miles de millones de guaraníes por mes por hacer exactamente nada
Urge establecer prioridades en el gasto público. De esta gente no es dable esperarlo.
