Estanislao, apodado como “Taní” es el nativo de la etnia Pa’i Tavyterã que salió del analfabetismo en la Penitenciaría Regional de Pedro Juan Caballero, donde lleva un año y nueve meses; hoy es capaz de leer, trazar sus apuntes y firmar en reemplazo de sus huellas dactilares. Sumado, su talento como orfebre inspira a otros a creer que la reinserción es posible.
“No sabía leer ni escribir, ni sumar o restar, siempre tenía que pedirle ayuda a alguien con eso”, cuenta “Taní” agregando que empezó de cero a pronunciar las vocales y el abecedario para poder aprender la lectura, hacer operaciones matemáticas y otras materias, con lo cual el año pasado obtuvo su libreta de segundo grado en las clases de educación formal dictadas por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), que tiene un convenio con el Ministerio de Justicia (MJ). En las noches, un cuaderno y bolígrafo para los deberes, y una biblia como material de lectura hablan de sus ganas de superación.
Por las mañanas fabrica anillos o kuairũ con técnicas joyeras manuales a partir de arandelas o piezas en bronce que las corta con esmeril y les quita brillo con lija. Muy valorados por la población del penal, es frecuente ver que los luzcan en sus dedos ya que el precio es de entre 10.000 a 25.000 guaraníes según tamaño, algunos compañeros adquieren la sortija para regalar a sus novias en días de visita. La materia prima es proveída por la coordinación de reinserción de la penitenciaría. Estanislao se hizo orfebre con un tío joyero anteriormente, diseñando y vendiendo finos anillos en plata y oro con clientela incluso en Brasil.
Mientras pasa sus 2 años de condena en su pabellón “Sombrero blanco”, exclusivo para indígenas, dice vivir casi como en su territorio de arraigo con el respeto a sus tradiciones ancestrales y derechos fundamentales. “Aquí no nos imponen nada. Nos consultan qué queremos hacer, tenemos libertad para cocinar, tomar nuestro pohã ñana (medicina alternativa), hacer nuestros ritos espirituales, jugar al fútbol…”, cuenta Estanislao. Y agrega: “A los indígenas nos respetan, no nos discriminan. Nos ayudan, nos dan trabajo”, habla por sí y sus 25 compañeros de pabellón, y de las 82 PPL indígenas de la penitenciaría.
Cada conquista le ayudó a tener su futuro más que claro. “Voy a estar con mi gente -en Vy`a Renda- hacerme una casita, comprarme un tractor y volver a sentir la chacra, pero para cultivar en grande. Mi suerte cambió, no quiero dejar de estudiar”, recuenta sus sueños de volver a arar como en sus años de mita’í junto a sus padres y sus 5 hermanos, con el cariño de su hija de 14 años, no reincidir en problemas con la ley y seguir educándose.
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