Lejos de mejorar, los números en torno a la educación paraguaya se encuentran en un panorama cada vez más sombrío. Esta vez, hablando del nivel de deserción y cantidad de estudiantes que efectivamente logran culminar su proceso académico, nuevamente se repite algo que se sigue arrastrando por largos períodos: no todos acceden a la educación y cada vez se reduce más la cantidad de chicos que terminan su secundaria.
En un estudio denominado “Diversificación de la estructura de la escuela secundaria y segmentación educativa en América Latina”, publicado en colaboración entre la Unicef, la Unesco y la Cepal, Paraguay se encuentra entre los países que poseen una finalización promedio en la secundaria superior del 65%, es decir solo 6 de cada 10 estudiantes culmina sus estudios.
En cuanto a la cantidad de estudiantes, divididos por sus ingresos, que asisten a la secundaria, los paraguayos que tienen una menor cantidad de ingresos asisten en un 85,8%, mientras que quienes poseen una economía más elevada asisten en un 96%. Cabe destacar que estos datos pertenecen únicamente a los alumnos que ingresan en algún momento al colegio, pero no se refiere a quienes terminan su proceso académico.
Chile es el país de la región que más se destaca, llegando a un 90% de estudiantes que logra terminar su secundaria. En cuanto a los niveles primarios, nuestro país se ubica con 79,3%, por debajo de Chile (95,1%), Bolivia (92%), Ecuador (91,5%) y Perú (91,4%).
Igualmente, a lo largo del informe se expresa que, en cuanto a la extensión de la educación primaria en la región latinoamericana, se trata de un modelo caracterizado por la matriculación sobre la finalización. Esto hace referencia a la importancia dada a la cantidad de estudiantes matriculados, antes que la cifra de esos mismos estudiantes que efectivamente logran culminar sus estudios.
CAUSAS Y EFECTOS
“Uno de los grandes factores que influyen en el nivel de deserción escolar en Paraguay es la extrema pobreza. Estamos hablando de situaciones muy críticas en el sector rural y también en la central y la capital, especialmente en la zona de los Bañados, que son los cinturones de pobreza”, expresó Sebastián Da Ponte, Gerente Social y Fundador de Club Escuela Solidaria.
El joven destacó que esto es una de las influencias más palpables, pues los chicos no pueden acceder a una educación digna por falta de útiles, ropa, comida, etc. Esto termina por crear una generación de personas que no serán aptas ni podrán desarrollarse; por lo cual no estarán viviendo, sino sobreviviendo dentro de la sociedad.
“Un gran problema es que la educación no retiene a sus estudiantes porque no responde a las necesidades de los mismos, enseña con materiales fallidos, caducados y que no están a la altura de cuestiones relacionadas al siglo 21, teniendo en cuenta el contexto social, económico y laboral de Paraguay”, argumentó el profesional.
En este sentido, Da Ponte sentenció que la educación paraguaya “no sirve en lo absoluto”, diciendo seguidamente que los indicadores del MEC son desastrosos, guiándose únicamente entre la cantidad de kit escolar distribuido a cada alumno, cuando en realidad debería analizar la calidad educativa y la manera en la cual llega la misma a cada alumno.
“Así, se van generando jóvenes analfabetos funcionales y no lo digo yo, pues ya lo han afirmado los propios informes internacionales, diciendo que 9 de cada 10 niños no comprenden lo que leen, 8 de cada 10 no comprenden matemáticas y 7 de cada 10 no entienden mínimamente ciencias”, expresó el profesional.
Lo peor de dicha realidad, prosiguió Da Ponte, es que los chicos no están conscientes de la pésima educación recibida, pues actualmente ni siquiera tenemos una suficiente calidad y competitividad internacional.
“A este punto, los jóvenes ya no ven a la escuela como una necesidad, sino más bien como un albergue en el cual pueden comer o pueden ser atendidos por sus docentes. Esto sin mencionar que muchos preferirán trabajar en lugar de estudiar, por no encontrar ningún beneficio, y no los culpo porque en definitiva no se ve ningún provecho”, acotó el gerente social.
Así, se potencia una franja de estudiantes que no conocen de una alternativa valedera para formarse académicamente y al final, como si esta realidad fuera plausible, recurrimos al “aichinjáranga”, romantizando la pobreza y el “esfuerzo” que hace un niño trabajando, cuando ni siquiera debería hacerlo. ¿Por cuánto tiempo más se mantendrá esta realidad?