Con veinte o treinta años de retraso con respecto a nuestros vecinos menos eficientes, en el gran Asunción inauguramos el sistema de cobro de pasajes mediante tarjeta y lector en los ómnibus de pasajeros. La NASA invirtió menos tiempo en diseñar su primer cohete Saturno V con el que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins fueron a la Luna.
Y como nos cuesta hacer las cosas por la derecha, el alumbramiento del sistema tuvo que hacerse en medio de conciliábulos de la más baja política y con enjuague de intereses particulares.
¿Por qué se tardó tanto? Muy simple. El transporte público de pasajeros en el gran Asunción ha sido siempre botín de caciques de la política asociados con intendentes, concejales municipales y jerarcas del primer anillo de Gobierno. Enormes fortunas se han acumulado poniendo un servicio público en manos de camioneros empleados –o extorsionados si son propietarios de su unidad- por verdaderas mafias con protección política. En estas manos percudidas por maniobras sucias se digitan los costos del servicio y se fijan las tarifas.
¿Qué viene a romper el billetaje electrónico, al menos en teoría? Cada pasajero queda registrado ni bien pasa su tarjeta por el lector, de manera que al final de la jornada se sabe muy bien cuantos pasajeros fueron transportados. Ese record permitiría sacar los promedios sobre los cuales se fijan los costos operativos. Al no haber cash sino cobro digital, no hay “vueltos” que se peguen en los dedos de los choferes que ya no podrán hacer sus recaudaciones particulares.
Pero es casi seguro que la “viveza criolla” vuelva por sus fueros. No hay que olvidar a manos de quien fue a parar el negocio. Así que es cuestión de tiempo que “los muchachos” logren burlar la vigilancia digital y acomoden en cada viaje algunos polizones que permitan generar negocitos paralelos, burlando la majestuosa presencia del lector de tarjetas.
No es fantasía ni exceso de desconfianza. Es realismo descarnado en una ciudad en donde las paradas de taxis son negocios de concejales, el Metrobus fracasó (único caso en el continente) para reaparecer travestido como Sitibus y los cuidacoches privatizan calles en connivencia con policías y politicastros a la violeta.
¿Y el servicio al ciudadano?
Eso puede verse algún día, si hay ganas.