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La violencia de la positividad

Vivimos en tiempos donde la crisis de la libertad, o de una manera efímera de ella, pueden resultar en un aprovechamiento global de una nueva manera de explotación, lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han identifica como hiperindividualización de la libertad. Si bien los sistemas económicos de la antigüedad estaban constituidos por emperadores o señores feudales que dividían las necesidades de sus imperios, los tiempos de abolición de la esclavitud y de los feudalismos han abierto la puerta a nuevas maneras sometimiento de la las libertades individuales con el aspiracional de la libertad, donde el poder hacer, moneda corriente de nuestra época, se enfrenta al deber hacer que es el cimiento de esta supuesta libertad que está presente en el imaginario colectivo. Desde esta perspectiva, vivimos en una sociedad que se sostiene en el rendimiento, donde los sujetos se explotan a sí mismos de manera ilimitada, convirtiéndose en amo y esclavo a la vez.

Esa consideración del hombre como un proyecto de libertad, de reinvención y resiliencia, palabras tan presentes en nuestro vocabulario, no es más que un movimiento infinito de coacciones y presiones autoimpuestas, donde cada uno ejerce una presión sobre uno mismo y se impone normas y metas con que superan la idea de lo colectivo. En tiempos pasados, la comunidad era divida en sus funciones, pero las metas eran colectivas: la milicia, los que trabajan para producir alimentos, los constructores, entre otros. En la era del hiperconsumo y la superpoblación, además de volver inviables las viejas prácticas de estratificación social, se vuelve una necesidad la diversificación de estas. Es donde la construcción social de la idea actual libertad es tomada como una oportunidad y se convierte en una nueva manera de obediencia, similar a la de los vasallos, donde realmente puede ser libre de empezar su nueva empresa aquél que va a prestar un servicio, donde deben estar involucradas las materias primas excedentes y las personas que no se encuentran insertas dentro del sistema. Grandes mentes relevantes del mundo empresarial, como Elon Musk, asegura que parte de su éxito ha sido el trabajar sin descanso durante unas 18 a 20 horas diarias durante años para amasar su fortuna. Si bien esa es una parte de la realidad, está de más decir que no porque empecemos a trabajar 20 horas diarias durante los próximos veinte años, llegaremos siquiera a un 1% de la fortuna de Musk, pero lo que nos transmiten es la cantidad de trabajo, no la calidad de este.

Esta nueva construcción de libertades supuestamente individuales son además una excelente manera de controlar eficientemente, ya que los individuos se vigilan entre ellos, donde uno está pendiente de la competencia, su transparencia, sus procesos y el cumplimiento de las normas establecidas, ahorrando esfuerzos a un gobierno que no tiene la capacidad de abarcar dicho control desde todas las aristas.

No deja de ser un gran enunciado el “puedes ser tu propio jefe”, aunque en realidad probablemente termines trabajando tres veces más que antes, con un riesgo mucho más alto y con todo que perder, además de hacer consciencia de que no eres tu propio jefe realmente, sino que lo es tu consumidor, que es mucho más inestable y volátil que cualquier contrato laboral. Nada más hermoso que iniciar algo de propias manos, pero sí debemos de ser conscientes que la libertad no es nada más que una ilusión.

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