Hace unos años, se oía la intención de la creación de un Ministerio de la Familia, que fue apagada cuando aparecía como una amenaza, la extinción de otros ministerios, como: Ministerio de la Mujer, Ministerio de la Niñez y Adolescencia, y el Ministerio de la Juventud.
Unos días atrás, se dio a conocer nuevamente la idea, esta vez, con la iniciativa del Presidente electo, Santiago Peña con una propuesta de la presentación de un proyecto de ley para la creación del Ministerio de la Familia, partiendo a lo que establece la Constitución Nacional, como la de garantizar el cuidado de la familia, que solamente faltaría “materializarlo”, y que se está analizando la posibilidad de que otras instituciones se vuelvan como núcleos en situación de dependencia dentro de la estructura organizacional del Ministerio de la Familia.
En tal contexto, y en base a los pésimos resultados por parte de los ministerios que se nombran como posibles candidatos a fusionarse que, a pesar de que existan leyes para la articulación a través de mesas interinstitucionales, el desvío de atención ante las amenazas que, en la actualidad sufre la sociedad, no está demás, mencionar la mala utilización de los recursos en los presupuestos que se destinan a las instituciones como para paliar las problemáticas que azotan, no solamente a las familias, sino que a todo nuestro país.
Es una buena oportunidad, de cambiar el enfoque, promover políticas públicas, en desarrollar estrategias que apunten a la base de la sociedad: La familia. Como la de promover las relaciones entre hombres y mujeres, basada en la sustentabilidad de la igualdad, el respeto, la no discriminación y la equidad. De prevalecer los derechos humanos, con acciones de prevención para cada miembro de la familia, sobre todo ante la ola de violencia intrafamiliar, fomentar la cultura basada en valores y actitudes que generen armonía en el núcleo familiar y en el entorno social. Mejorar los servicios de atención, asistencia, acompañamiento, seguimiento y la protección de niños, adolescentes, y adultos. Fortalecer las capacidades y habilidades de los miembros de cada familia. Articular en comunidades con el acompañamiento de sectores territoriales y sociales como: pastorales, religiosos, consejeros familiares “capacitados”, inclusive con el apoyo de los medios de comunicación, que aporten a la institución. Mejorar la celeridad de los casos de suma urgencia. Eliminar el presupuesto de viajes al exterior, optimizar el uso de los recursos del Estado. Entre otros aspectos a considerar al conformarse la estructura.