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La peor plaga

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Así como la bajante extraordinaria de ríos está exponiendo las miserias de la civilización, la pandemia está sacando a la luz las peores facetas de la condición humana.

El primero es un fenómeno ingobernable, aunque múchos teóricos aseguran que el cambio climático es antropogénico y que, en consecuencia, las cosas mejorarían si no quemáramos tanto combustible o criáramos tantas vacas.

Tampoco las pandemias son evitables porqu obedecen a los aún misteriosos mecanismos de la vida. Podemos analizar la composición del virus, identificar su origen, estudiar su comportamiento y diseñar procedimientos que lo frenen, lo confinen en el estado endémico y aún lo eliminen… al menos temporalmente. Lo que no podemos hacer es evitar su nacimiento y propagación.

Lo que sí podemos hacer, porque está en nuestras manos, es moderar los daños colaterales a que dan lugar y aún suprimir algunos de ellos.

Los ríos se mantienen en su nivel “normal” -al menos, normal para nosotros- durante algún tiempo. Con mucha frecuencia se salen de cauce, lo arrasan todo y lentamente retroceden. O bien pierden caudal, hacen difícil su navegación y nos ponen bajo la nariz todas las porquerías que les arrojamos en épocas “normales”. Cuando llegan las inundaciones, las calles y las plazas y plazas de las ciudades se llenan de “damnificados”, gente que la política basura ha mandado a vivir a la ribera, en cotas de absoluta inhabitabilidad.

Eso se podría evitar, si tuviéramos gobernantes que priorizaran la dignidad humana por encima de la política de almaceneros acostumbrados a comprar votos y conciencias.

La pandemia del virus chino fue tan veloz que puso contra la pared al Estado y lo obligó a hacer marchas forzadas pra equipar un sistema de salud anémico. Las compras fueron tan instantaneas que pillaron dormidos a los piratas que parasitan al sistema de adquisiciones públicas. Fue como abrir de golpe una cámara séptica.

El resultado es inevitable: las cucarachas empezaron a saltar por todos lados, porque como se sabe a estos bichos los espanta la luz y el aire puro. Necesitan oscuridad y pestilencia para medrar.

El peor castigo no son las creciente, las sequías o las epidemias. Lo componen la ignorancia, la inconsciencia y la corrupción, lo peor de la condición humana.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.