Aunque suene escatológico –y aliente chistes de mal gusto-, el título dice que llegó la hora de convocar a los mejores -kaloi-kagatoi- como definían los griegos a los hombres superiores por intelecto y moralidad. Sobre todo, en tiempos de niebla y confusión.
Lo único absolutamente seguro en esta crisis desatada por el coronavirus es la incertidumbre. Es imposible saber, en lo estrictamente médico, cuántos portadores sanos hay, cuántos hicieron los síntomas y cuántos tienen la enfermedad declarada.
Se tiene comprobado, a nivel mundial, que el aislamiento social es la mejor defensa contra el virus aunque no la única. Esto ha llevado a la imposición de cuarentenas por sociedades enteras, entre ellas, la nuestra. El decreto que la impuso caduca el 12 de abril y no estamos seguros de si habrá que extenderla, como se ha sugerido, hasta fin de mes. Se estudia la aplicación de este tiempo extra.
La otra incertidumbre es la económica. Y allí entramos en territorio absolutamente desconocido. Los efectos del aislamiento son devastadores para grandes capas de la sociedad, en especial los cuentapropistas y las micro y pequeñas empresas en primera instancia. Al prolongarse el aislamiento, también sufren el impacto las grandes cadenas de la industria, el comercio y los servicios que sostienen el consumo y mantienen cuotas importantes de empleo. Recién estamos en los prolegómenos de esta situación y no se sabe cuántos empleos han sido destruidos.
La alternativa planteada al inicio mismo de la crisis era: la vida o la economía. Con el paso de las semanas, se comprobó que ambas están fuertemente interrelacionadas y se comienza evaluar un tercer escenario: defender la vida dañando lo menos posible la economía.
Aquí es donde se necesitan los liderazgos y los equipos. Gobernar en bonanza y con indicadores en verde lo hace cualquiera. Pero enfrentar tormentas, con amenazas directas y todos los relojes en rojo requiere temple, visión estratégica y capacidad para ver más allá del horizonte. En ese equipo, que todavía no aparece en escena, sobran los oportunistas y los corruptos, en especial, los que han hecho del Estado un festín de buitres.
No hay tiempo para improvisados ni sanateros. Es hora de que el Presidente de la República se desprenda de ellos y busque a los mejores para la tarea más difícil. ¿Podrá hacerlo Marito?