En 1964 el general Charles deGaulle, entonces presidente de Francia, hizo su gira por América Latina. Dos anécdotas hicieron carrera a partir de entonces. Una, que el militar, héroe de la Segunda Guerra Mundial, había quedado perplejo en Argentina al escuchar cierta marcha militar durante el consabido homenaje al general San Martín. La otra, que un sentimiento de similar incomodidad experimentó en Asunción, luego de su entrevista con Alfredo Stroessner.
No hay historia oficial sobre ambos episodios, pero como revisten un pintoresquismo irresistible, los comento en este espacio.
Dicen sus contemporáneos que DeGaulle tenía un carácter irascible, se amoscaba con gran facilidad y no dudaba en hacerlo sentir incómodo a quien se atreviera a provocarlo por las más diversas razones.
Dicho esto, a las anécdotas.
ESPECTROS NAZIS
El 3 de octubre de 1964, deGaulle llegó a Argentina en una visita de dos días. Su agenda oficial venía sobrecargada con un periplo a lo largo del espinazo rocoso de Sudamérica, comenzando en Caracas, siguiendo con Bogotá, luego Quito, La Paz, Santiago de Chile y finalmente Buenos Aires, en donde mantuvo una primera entrevista con Arturo Illia.
Al día siguiente, DeGaulle tuvo su primer sobresalto. La cita era frente al monumento al General San Martín, en la coqueta plaza del mismo nombre en el corazón de la city porteña.
Como parte del homenaje, la banda de músicos del Regimiento de Granaderos tocaba la marcha de San Lorenzo, un clásico de los actos patrióticos.
Dicen que DeGaulle miró primero a Illia, luego a su entorno ministerial y finalmente se sumió en una actitud reflexiva que parecía retrotraerlo a un pasado tenebroso.
No era para menos. Cuando los nazis entraron a París en junio de 1940 tras el armisticio de Compiégne, lo hicieron con toda pompa y circunstancia, con el desfile de sus mejores batallones SS y al son de una pegadiza marcha militar. Durante décadas, los franceses en general y los parisinos en particular, no pudieron ver aquella escena sin que se les congelara el corazón, ya que representaba la derrota, la ocupación y el vasallaje de Francia a la peor de las tiranías de la historia.
¿Qué marcha habían elegido los marketineros de la ocupación de París? ¿La célebre Alte Kameraden que aún hoy cantan los “viejos camaradas”? No, era la marcha de San Lorenzo que el ejército argentino había obsequiado a la Whermacht tras la llegada de Hitler al poder.
Tal vez por un momento, el héroe de la Francia libre pudo pensar que la marcha había sido elegida ex profeso para incomodarlo. Pero muy pronto cayó en la cuenta de que había sido víctima de una cruel casualidad del destino. De todas maneras, el mal trago fue inevitable.
PERO, ¿SERÁ POSIBLE?
La otra historia tuvo lugar días después en el ya caliginoso pre verano asunceno, cuando luego de charlar un rato con su camarada de armas (su grado era general de brigada), deGaulle salió al balcón del Palacio de López flanqueado por Stroessner. Desde allí pronunció un discurso en castellano sobre cuyo contenido se hablaría durante mucho tiempo y, como era costumbre durante la dictadura, fantaseando mucho sobre los verdaderos motivos de las presencia del mandatario francés.
DeGaulle paseó en auto descubierto de pie al lado de Stroessner, revistó tropas y se dice que en un momento determinado, escuchó los sones de la marcha “Patria querida”, muy celebrada en especial por la “juventud estudiosa”.
Aquí deGaulle parece haber sufrido un “deja vú” parecido al de Buenos Aires. ¿Cómo, que tiene que ver La Madelón aquí? Porque a los atentos oídos del general de blindados, lo que estaba escuchando era una antigua canción amatoria -en ritmo de marcha- muy popular entre la soldadesca francesa de la Primera Guerra Mundial, no la marcha militar con letra del padre Marcelino Noutz con arreglos del compositor Remberto Giménez…
Dos shocks de memoria tan similares y en tan pocos días parecieron aumentar la perplejidad del militar presidente a quien su instinto naturalmente práctico le hacía rechazar de plano la teoría de las casualidades.
LA MADELON
“Aux Tourlouroux” era el nombre de un cabaret imaginado en el poema de Louis Bousquet, musicalizado luego por Camille Robert, donde se reunían los reclutas para tomar cerveza y divertirse un poco antes de marchar a la guerra. Allí había una muchacha llamada Madelón, “joven, gentil y ligera como una mariposa”. La soldadesca “soñaba con ella noche y día porque la Madelón es, para nosotros, el amor”.
Así que, canción amatoria o marcha militar, La Madelón hizo carrera no sólo en la milicia francesa sino hasta en la Legión española, “en la que se lucha con gran saña”, sobre todo bajo el legendario comando del general del Tercio, José Millán-Astray.
Junto a “Long Way To Tipperary” (un largo camino a Tipperary) de los ingleses, la no menos mítica “Lily Marlene” de “les boches” -como llamaban los franceses a los hijos de Alemania- “La Madelón” fue un himno de batalla francés que un día tomó carta de ciudadanía paraguaya bajo el broncíneo nombre de “Patria Querida”.
Pero, vaya uno a saber cuánta verdad y cuánta leyenda hay en todo esto.