Roger Federer es diez veces campeón en el ATP 500 de Basilea.
En la final de este domingo impartió una clase magistral a Alex de Miñaur (doble 6-2, en 68 minutos de partido) y sumó su cuarto trofeo de la temporada, tras los obtenidos en Dubái, Miami y Halle.
Aunque no ha ganado ningún major este curso y encajó un severísimo golpe en la final de Wimbledon, el gran gentleman de la raqueta sigue triunfando y abrillantando su kilométrico palmarés, que ya reúne 103 trofeos y por lo tanto no dista demasiado del récord del estadounidense Jimmy Connors, el tenista más laureado de la historia con 109 premios.
A la evidente batalla por defender su liderazgo en los Grand Slams, terreno en el que Rafael Nadal le pisa los talones como nunca –el balear, de 33 años, suma 19, solo uno menos que él–, Federer añade el deseo de sellar su carrera con más metal que nadie. Es un devorador natural de registros, de modo que los 109 del fiero Connors –ocho majors individuales y retirado a los 40, en 1996– es otra obsesión particular que probablemente se convertirá en una realidad, ya sea más tarde o más temprano. Y mientras tanto, Basilea, su ciudad natal, es otro territorio ideal al que sacarle partido.
A excepción de Stefanos Tsitsipas, que le exigió en la semifinal con un doble 6-4, Federer apenas ha encontrado este año resistencia en casa. Desmigó con facilidad a Peter Gojowczyk (6-2 y 6-1) y Radu Albot (6-0 y 6-3), y Stan Wawrinka renunci al pulso en cuartos por lesión; en última instancia, el prometedor De Miñaur, 18 menor que él (20), tampoco supuso obstáculo y se inclinó este domingo con resignación, porque a la diferencia de edad se añade una galaxia entre el juego de uno y otro. Federer, tercero en el listado por delante de Daniil Medvedev, con el ruso a 1.130 puntos, le atropelló prácticamente desde el pistoletazo de salida y se engrasó de cara a los retos que se avecinan: quien sabe si París-Bercy –la próxima semana, aunque aún no ha confirmado su participación– y sobre todo la Copa de Maestros, donde recopila seis éxitos.