Siguiendo con el mismo concepto de estilos de gobierno o liderazgo –Confucio y Maquiavelo- seguimos hablando de lo que concierne a la manera en que se desarrolla un liderazgo sano. Partamos de la base de que, para ser un buen líder, o un buen gobernante o un buen profesional, primero se debe ser una buena persona. ¿Qué es ser una buena persona? ¿Es acaso no haberse equivocado nunca? No precisamente. Aunque de seguro existirán personas absolutamente impolutas, intachables y cuasi perfectas, la mayoría de nosotros no lo somos y partiendo de esa premisa, son pocos los que estarían “autorizados” a ser buenos líderes.
El hecho parte de que –aun no siendo perfectamente impolutos- seamos capaces de reconocer nuestros errores ni bien nos percatemos de ello. Es muy triste cuando una persona comete los mismos –o diferentes tipos de- errores y no es capaz de asumirlos, y menos, de encontrar la manera de no volver a cometerlos, habiéndolos corregido o habiéndose al menos hecho cargo.
Y aquí es donde entra a jugar el ego, el cual no querrá bajo ninguna circunstancia reconocer que se equivocó y –muy por el contrario de lo que la conciencia nos indica- nos inducirá siempre a encapricharnos neciamente en nuestra postura, cerrando nuestros oídos y ojos a lo que sea contrario a ello. Muy por encima de esto, se encuentra la conciencia, la chispa divina, la conexión con ese ser superior que siempre nos insta a evolucionar, a mejorar, a crecer interiormente y como consecuencia infalible, crecer exteriormente. ¿Pero cómo le damos a esta conciencia, a luz, a esta sabiduría el lugar que se merece? El primer gran paso es justamente ese: reconocer cuando nos equivocamos, levantarnos cuando nos caemos, asumir cuando erramos. Ahí ya hemos hecho el 50% del trabajo. A partir de ello, ya con la mente más abierta, es mucho más fácil escuchar esa voz de sabiduría, la cual yace claramente en nuestro interior. Luego, como consecuencia – depende siempre de nosotros- ya estamos aptos para dejarnos guiar por el “entheos” para hallar las mejores soluciones.
Entheos es una palabra griega que significa entusiasmo, la fuente de la creatividad. Es el dios que habita en el interior de cada uno de nosotros y responde al origen que gobierna nuestros pensamientos y acciones. Para Sócrates, este concepto significaba la «locura divina», el móvil esencial de toda creación.