El bien común es el elemento que debería guiar la acción de la política en cualquier país del mundo. En el nuestro sigue siendo una cuestión muy distante y percibida como muy lejana para todos.
La política tiene que volver a concentrar todo su esfuerzo en eso. En trabajar para que la gente viva mejor, para que sus condiciones de vida no sean tan miserables como las que tenemos en el ámbito de la salud y de la educación, donde cada vez estamos más lejos de los niveles que pensábamos íbamos a dejar atrás.
El bien común ha sido sustituido por el interés crematístico particular de muchos de nuestros políticos. Desde el presidente de la república hasta el último de los electos que sólo piensan en función del dinero, no sólo para alcanzar el poder para sostenerse y para después hay muchos que sólo esperan que termine el periodo para acabar con unas faltriqueras bien llenas y huyendo quizás del país.
Nuestros mecanismos de control tampoco funcionan como debieran. Nuestro sistema de justicia, muy alejado del concepto real del término, es poco empático con el deseo de la gente de castigar a los ladrones.
Mientras todo eso acontece se roban casi dos mil millones de dólares del presupuesto que bien podrían duplicar la inversión en materia educativa y de salud al mismo tiempo.